domingo, 18 de abril de 1999

El último cartucho


Ya sé que va a ser jodido, amigo mío. Sé que presentarse a una entrevista de trabajo, a competir con otros más jóvenes y preparados, cuando tienes medio siglo de almanaque y canas en la cabeza, no será el momento más feliz de tu vida. Probablemente los fulanos de quienes depende tu destino sean niñatos de diseño, de esos que se creen que siempre van a ser jóvenes, y listos, e incombustibles, y desprecian a la gente sin adivinar que un día ellos mismos estarán con el cuello en el tajo. Tu experiencia les importa una mierda, eso ya lo sabes. Quieren jóvenes de veinte años sin cargas familiares, que hablen inglés y que parezca que no van a envejecer ni a morirse nunca.

Por eso te asusta pensar en lo de mañana. Miras a tu mujer, que plancha tu mejor camisa, y sientes que el miedo te agarrota el estómago. El día que dejó los estudios para casarse y seguirte en lo bueno y en lo malo, no imaginaste que ibas a terminar pagándole así. Mañana te pondrás esa camisa que ella plancha. Te la pondrás con una corbata y saldrás una vez más a probar suerte, con poca esperanza. Y es que tiene huevos. Has trabajado toda tu vida como una mala bestia, y verte en el paro a los cincuenta y cuatro, con hijos y con mujer a los que darles de comer, es como caer de pronto en el fondo de un pozo oscuro. Sé todo eso porque tu hijo, que es amigo mío, escribe de vez en cuando. O tal vez no es tu hijo quien escribe, sino que es otro hijo hablando de otro padre; pero en realidad se traba siempre de la misma historia. Y tu hijo me cuenta que la última vez estuviste un mes con la cabeza gacha, los ojos enrojecidos de haber llorado, sentado en el sofá como ausente, con la cara entre las manos, sin atreverse ni a salir a la calle de pura vergüenza.

Te preocupa sobre todo lo que piensen tus hijos. Una mujer comprende, conoce y perdona. Los hijos, sin embargo, son crueles porque son jóvenes y todavía no saben lo que siempre se termina por saber. Los ves mirarte en silencio y crees que te desprecian por los años y por el fracaso. Por no salir nunca en el telediario. Por ser la estampa de la impotencia, la confirmación de que esta vida y este país son una piltrafa. Así que supongo que los hijos son lo peor. La mujer luego, al acostaros, te aprieta una mano antes de dormirse. Sabe cómo has peleado siempre, conoce lo que vales. Quizá sea la única que de veras lo sabe. Con ella la humillación es compartida. Es soportable.

Y sin embargo, amigo, deberías leer la carta que me escribe tu hijo. Deberías comprobar con qué ternura y respeto habla de ti. Cómo sufre al saberse demasiado joven para serte útil, al no encontrar las palabras o los gestos adecuados. Porque ya sabes cómo es: torpe, desmañado, con esos pelos largos y siempre con la puñetera música a todo trapo. Con esas broncas que tenéis, y esa forma de vida suya tan diferente a la de tus tiempos, que te parece la de un marciano. Lo que no sabes es que cuando te ve derrotado en el sofá con la cabeza entre las manos, le quema la boca y le laten las venas porque desearía tener labia, ser capaz de ir hasta ti, tocarte, decirte lo que de veras piensa. Y lo que de veras piensa es que tengas ánimo, viejo, que no eres tan viejo, maldita sea, aunque él mismo te lo diga a veces. Que él no es tan crío ni tan bobo como parece, que sabe fijarse en las cosas que ve, y que te ha visto trabajar, e intentarlo una y otra vez, y querer a su madre y a él y a sus hermanos. Y sabe que eres el mejor, rediós, que eres la mejor persona, el hombre más decente y trabajador que ha conocido en su puta vida. Que eres su padre y lo serás siempre, tengas curro o no lo tengas. Que las mejores lecciones de su vida se las diste siempre no con lo que decías, haz esto o no hagas lo otro, sino con lo que él te vio hacer. Y que cuando, tarde o temprano, tenga que cerrarte los ojos —y ojalá te los cierre él— sin duda podrá decir en voz alta: “Era un buen padre y era un hombre honrado”.

Así que, como dicen mis paisanos de Cartagena, no te disminuyas, amigo. Mañana te pones esa camisa planchada por tu mujer y te vas a la entrevista de trabajo con la cabeza muy alta. Y si no le gustas al niñato de turno, pues él se lo pierde y que le vayan dando. Y si fracasas otra vez, síguelo intentando mientras puedas. Y cuando ya no puedas más —que casi siempre se puede—, pues bueno, pues hasta ahí llegaste, compañero. No hay nada deshonroso en el soldado que enciende un pitillo y levanta las manos, si antes ha peleado bien a la vista de los suyos. Si antes ha disparado su último cartucho.

18 de abril de 1999

26 comentarios:

Rober dijo...

Gracias por escribir este artículo ,Arturo . En su día me ayudó mucho ,y a mis padres también.
Hoy , con menos pelo , yo trabajando , mis padres jubilados , sabiendo lo que es el dinero , sigo llorando cada vez que leo esto.
Aunque no me conozcas , tienes un amigo en Bilbao que te debe una.

Anónimo dijo...

Gracias por este artículo. Solo me han salido lágrimas al pensar en mi padre... espero que cuando lo lea le den los mismos ánimos que a mi.

Miguel Angel Pérez Pimentel dijo...

Joder.Maldito seas Reverte por hacerme llorar.

Bletchey_Park dijo...

¡que bestia Don Arturo!, ¡que estoy llorando, joder!.De rabia, de impotencia, de no poder hacer nada. Tengo la puñetera suerte de tener trabajo, pero que coño, esta historia duele con la fuerza de varios miles de historias similares.

arturo dijo...

Pues sí, así es la miseria y la tragedia que muchos ciudadanos se ven obligados y tienen que pagar por la ineficacia de un país, en donde sus líderes no supieron planificar un futuro de antemano.
En donde casi todo el mundo vivía y vivió montado en una nube sin retorno.!Una pena!.Me gusta tu articulo, basado en la amarga realidad. La que muchos de nuestros ciudadanos están viviendo. Un cordial saludo;
De otro Arturo.//

Iván dijo...

Me has hecho llorar como un niño.
Me he sentido plenamente identificado con esa situacion en el pasado, con la rabia que produce ver a un padre llorar por haber sido despedido, con la impotencia de no saber como decirle que le apoyas hasta la muerte, con todo.
Un saludo desde Zaragoza

Noemi dijo...

Gracias xq no me toca de nada pero me emociona, sin que tenga mas cercanía con la situación que la pura empatía con el que sufre. Y como le describes tan bien, se me saltan las lágrimas... Gracias...

Anónimo dijo...

Genial artículo, como todos los de Perez Reverte

Adán Moreno dijo...

Don Arturo, me he emocionado, gracias Maestro.

Maria dijo...

Parece mentira,trece años han pasado desde que escribio este articulo y vuelve a ser actualidad…Bonito y emotivo articulo,otro saludo desde Bilbao

M.Antonio dijo...

Extraordinario, me ha llegado a emocionar su lectura. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

“Anónimo”, si, a eso queda reducida tu vida cuando no tienes nada que contar, nada nuevo que experimentar. Los 13 años de este artículo así lo demuestran.
Ese hondo penar que te acuchilla el alma y te desgarra por la impotencia parece que nunca se va a marchar.
Por desgracia y por suerte, no tengo a nadie que me estruja la mano dándome su infinito apoyo, porque así no sufro por ver otro corazón triste. También tengo la suerte de no acallar lo que siento. Pero, ni aún así, “libre de esos pesares”, me puedo desprender de este sentimiento que ahoga y te condena a un futuro incierto, siempre duro, que no te ofrece estabilidad, y sobre todo, que nos castiga llenándonos de una pena propia y ajena que no te deja respirar, queriéndose llevar la dignidad que todos portamos para desparramarla por algún lugar lejano y desconocido al que no poder llegar para recuperarla.
¡Pues no!. Esto nunca ocurrirá porque siempre aparecerá alguien en nuestras vidas que nos recuerde “quienes somos y lo que significamos”.

Gracias, Reverte, por hacerme llorar, pero con lágrimas de fuerza y ánimo.

Carlos Sánchez

Ignatius Cartaginensis dijo...

Me encanta este escritor me llega rapido su intimidad sabe transmitir .

Soledad dijo...

Que pena que estés toda tu vida trabajando y cuando llegas y los cuarenta y tantos te digan que ya eres mayor y ves que para tu mismo trabajo cogen a gente mucho más joven, sobre todo si el trabajo es de cara al público.
Yo trabajaba en el Casino Montesblancos en Alfajarín y cuando lo bajaron a Zaragoza la nueva empresa echó a casi toda la plantilla. Que si éramos muy caros (teníamos trienios y quinquenios), que si éramos muy mayores (entramos con veinte y pocos y habían pasado veinte años, así que rondábamos los cincuenta), que no quería parejas cuando en este trabajo tan duro, trabajando noches y fiestas, la gente se relacionaba y salían parejas. Y antes de que te dijeran que mejor que te fueras, vinieron unas psicólogas para hacer entrevistas al personal. Y después de veintidós años en la empresa, veías que no representabas nada para ellos y empezaron a hacer cursillos para que entrara gente nueva y por supuesto joven. El convenio que hicieron nuevo ya no recogería antigüedad, sólo se la mantenían a los antiguos, así que los antiguos a la calle que a la larga recuperarían la indemnización que nos dieron.
Y luego a buscar trabajo y sí, ya puedes tener experiencia, ya puedes hacer cursos de la casa de la mujer o del INEM que con cincuenta años no te quieren en ningún sitio. Como si a esa edad ya no se tuviera que comer.
Enhorabuena por el artículo que a pesar de los años sigue siendo actual con el añadido de que ahora no hay trabajo ni para los jóvenes.

Manuel Ortiz dijo...

Que grande eres Arturo, impresiona leerte y emociona sentirte, que fuerza tienen tus palabras. como dirías tu , hasta el pelo, bello o lo que sea de mi pubis se me ha erizado. !Que grande eres!

Anónimo dijo...

Gracias Arturo, mañana tengo mi entrevista y esto me da la fuerza para enfrentarla sin temor.

Gracias che, en serio.

Anónimo dijo...

Y cuando crees que nadie en este puto país se acuerda de nosotros, uno lee esto y se emociona. Vaya si se emociona uno.

Manuel Sánchez Rus dijo...

Me ha encantado. Si me da su permiso,quiero pegarlo en mi muro de Facebook. Es bellísimo esto que acabo de leer.

Unknown dijo...

Qué bien escrito, señor Perez-Reverte. Se nota que le importa la suerte de la gente de a pie (de infantería ).

José Manuel Fernandez dijo...

Bravo has bordado la situacion

Orillero uruguayo dijo...

Bueno, Arturo, como todo lo que escribes, pero no es para arriba! Es depre, lo tuyo es el siglo de oro master!!

Galego en Cádiz dijo...

Simplemente gracias. Muchisimas gracias

CARLA BRUNI dijo...

Leo esto por primera vez, y debo decir que debería ser un texto de obligada lectura, porque personas así hay muchas, hundidas porque ya no están entre la población activa, bueno en estádisticas si, pero a la hora de la verdad cada dia es un peldaño a bajar. Esos niñatos que deben estar buscando Pokemons esta noche, no saben a quien van a recibir, son inconscientes de ese orgullo moral que aniquilan. Pero como usted dijo a su hija en una carta, "Nadie dijo que fuera facil" y cada dia es una lucha. No dejen de enviar sus curriculums, no dejen de ir a todas partes con esa camisa bien planchada y el nombre de "Esperanza" grabada en el Alma. Gracias Arturo, que yo te sigo desde que eras un plumilla (Dicho por ti) y los años pasan y sabes que tb aquellos tercios de Flandes estaban a punto de pasar a ese paro cívico......un poco de humanidad nos debemos todos. Gracias.

Anónimo dijo...

Recuerdo haber leído el artículo en su día; diecisiete años ya, y por desgracia más en vigor que nunca. Yo tenía diecisiete años menos y me faltaban dieciocho para llegar a la edad del protagonista. Me conmovió, sí, pero a los treinta y seis eres un master del universo y crees que eso no te va a pasar a ti, hasta que te pasa. A mí, por suerte, sólo ha sido una reducción a media jornada (comeremos la mitad, pagare media hipoteca, compraré medio libro de texto) y tengo una familia que puede ayudarme, pero esa sensación de "no sé para que se presenta a este puesto de trabajo", agravado por la infame costumbre de sólo recibir candidaturas a través de los portales de internet, descartar tu candidatura en apenas unos minutos (cuando se molestan en mirarla), y ni siquiera poner un mensaje tipo de agradecimiento ya que le has contado tu vida a alguien que no conoces de nada, te deja un resquemor en la tripa por verte como un cero a la izquierda en una sociedad que cada día que pasa se acerca más al abismo de la mierda, después de haber intentado, y conseguido casi siempre, espero, ser una persona honrada y cabal, tal como te esforzaron tus padres en educarte. No iré más allá criticando a quien te entrevista en ocasiones, jóvenes víctimas de unos planes educativos impuestos por mediocres que creen que la democracia es implantar su propia mediocridad, a los cuales una pátina de sicología barata les da derecho a juzgar en minutos a alguien que tiene callos donde no imaginan por haber bregado en una vida que ellos ni siquiera tendrán la oportunidad de vivir.
SPSS

Anónimo dijo...

55 años pero con trabajó. Solo estuve algunos meses en el paro durante mi vida laboral y lo pasé muy mal. Recuerdo en mi esa imagen de abatimiento en el sofá. Trabajé cuando pude en lo que pillé. No podía con esa angustia. Gran artículo. Saludos

antonioromsan@gmail.com dijo...

Cuando este artículo fue publicado yo tenía 15 años y mi padre 50. Él se quedó sin trabajo. Ambos leímos el escrito en El Semanal, ya que todos los domingos leíamos el artículo de Reverte, pero nunca lo comentamos. Porque no hacía falta, porque Arturo describió tan bien la situación que teníamos en casa, que sólo hubiéramos repetido en voz alta lo que habíamos leído en voz baja.

Mi padre lo pasó mal una temporada, pero encontró trabajo, salió adelante, nos sacó adelante. Siempre recordaré el día que llegó a casa y, con lágrimas en los ojos, nos dijo que había liquidado todas sus deudas, que si le ocurría algo, no nos dejaba a los hijos carga alguna.

El viejo llegó a jubilarse, con lo mínimo, pero disfrutó unos años de sus nietas, de sus hijos, de su mujer, de sus amigos, de su sillón y sus películas. El descanso del guerrero.
Se nos fue el pasado junio, con 70. Como siempre sucede en estos casos, me quedé con mucho que decirle, con muchos abrazos que le quería dar, y con las ganas de irnos de pesca una última vez. Pero al escuchar ayer este artículo -que no había vuelto a leer desde hace 20 años- narrado por Ricardo Vonte, fue como poder hablarle una vez más, como volver a mis 15 años y comentar con él este artículo que ambos leímos aquel domingo de 1999 y que hablaba de nosotros. Así que gracias a Don Arturo, a Don Ricardo, y a la bendita casualidad que ha hecho que me encuentre con este homenaje al tío más cojonudo que he conocido en mi vida.

https://www.youtube.com/watch?v=bAZGgcSNiEk