lunes, 9 de julio de 2001

Haz algo Marías


Querido Javier:

Llevo unas semanas pensando en pedirte que tomes cartas en el asunto. Tú que estuviste en Oxford y toda la parafernalia, y tienes influencias con los perros ingleses y con sus primos los gringos, y Su Graciosa Majestad la madre del Orejas te da premios, y además eres rey de Redonda y eso te faculta para hablar en la ONU, podrías hacer la gestión. Porque esto, colega, ya no hay cristo que lo aguante. Al final va a resultar que Lutero y Calvino y hasta Enrique VIII y todos aquellos herejes listillos tenían razón, y que este país de gilipollas —por si no caes, me refiero a España— perdió el tren hace cuatro siglos y ahí sigue, mirando la vía con cara de memo. He expresado alguna vez mi sospecha de que fue en Trento donde la jiñamos del todo; y mientras los holandeses, y los alemanes, y los anglosajones optaban por un Dios práctico, marchoso, que bendice el trabajo y se alegra de que ganes pasta honradamente porque así vas al cielo, aquí apostamos —o apostaron en nuestro nombre, como siempre— por otro Dios más llevadero, corrupto y propenso a enjuagues y trapicheos, sobornable con indulgencias, con confesiones y penitencias, con arrepentimientos de última hora. Y como toda religión configura su propio tejido social, a la larga terminamos aplicando esos puntos de vista a todo: a la política, a la economía, a la moral pública y privada. Y ahí seguimos, colega. Moviéndonos entre la cara dura, la incompetencia, el fanatismo, la demagogia y el más espantoso ridículo.

Estoy hasta la bisectriz, vecino. Sobre todo porque aquí nadie se hace ya responsable de nada. Lo peor no es que las Fuerzas Armadas no defiendan, que la policía no proteja, que la Seguridad Social no asegure, que los hospitales te atiendan ya de cuerpo presente. No. Lo más gordo es que los sinvergüenzas que tienen la obligación de garantizar todo eso se laven las manos, afirmando públicamente, sin ningún rubor, que esto es lo que hay. Que el Estado, incapaz de preservar la salud, el trabajo, la cultura y la vida de sus ciudadanos, renuncia porque se siente incapaz. Porque está muy ocupado haciendo que España vaya bien. Así que quien desee protección para su casa y su familia, que se gaste una pasta en seguridad privada; quien desee salud que la adquiera en Sanitas o en una clínica de Marbella; quien se incomode porque le quemen la farmacia o le pongan bombas-lapa bajo los huevos cuando va a la oficina, que emigre. Y el que no pueda pagarse nada de eso, ni emigrar a ningún sitio, que se joda.

Si por lo menos te lo dedujeran de los impuestos, vecino. O si al menos dieran permiso para llevar encima una recortada con posta lobera y ser tú tan peligroso como cualquiera de los que dan por saco. Pero no. Encima de confesar su incompetencia, te chupan la sangre y te maniatan con una presunta España que nada tiene que ver con la real, con toda esa farfolla políticamente correcta que busca más un titular de prensa que un resultado práctico. Con toda esa demagogia, además, de ciudadanos y ciudadanas, jóvenes y jóvenas, como si todos fuéramos imbéciles e imbécilas. Y tu primo Álvarez del Manzano, al que estimas tanto como yo a mi alcaldesa de Cartagena y a su equipo municipal, no son sino manifestaciones cutres de la prepotencia y la incompetencia y la ordinariez de toda una plaga de mierdecillas que, sin distinción de colores políticos, nos está dejando hechos una piltrafa en mitad de la calle, desorientados y a merced del primer cabrón que pasa. Por eso recurro a ti, chaval, que con lo de Redonda tienes influencias en los foros internacionales. A ver si haces algo. Y ya que nuestra política exterior la llevan los norteamericanos, y la defensa no existe, y la seguridad interior es un bebedero de patos —pese a que la Ertzaintza es, como sabes, una de las mejores policías de la galaxia—, y encima resulta que España nunca existió, pues bueno, pues vale, pues me alegro. Que se ocupen los guiris. Disolvamos esto de una vez y que tus paisas anglosajones nos colonicen, o nos invadan, o nos rindamos, o nos adopten como hijos putativos, o lo que sea. Igual me da como miembros de los EE.UU. que de la Commonwealth, o como se llame ahora, merced a los antecedentes históricos de Puerto Rico, California, Gibraltar, Menorca, Moore, Wellington y todo eso. Que nuestra política exterior y la economía las lleve esa Norteamérica a la que el Pepé tanto le arrima el culo, que de Hispanoamérica se ocupe Bush, que el cine nos lo hagan en Hollywood, que la milicia corra por cuenta del Pentágono o del Ejército británico, que la Royal Navy defienda nuestras aguas territoriales, que nuestras calles y bienes y personas los proteja la policía de Gibraltar. Cualquier cosa con tal de no pagarle el sueldo por la cara a esta chusma que nos tiene dejados de la mano de Dios, y encima lo dice. A esta panda de golfos. Y de golfas.

8 de julio de 2001

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