lunes, 4 de agosto de 2003

El timo del soldadito Pepe


Es que lo ponen a huevo. Observen si no la perla. Televisión, hora de máxima audiencia, publicidad: «Nuestras fuerzas armadas siempre están donde se las necesita». Ahí, nada que objetar. Las fuerzas armadas están para eso. Patria aparte, soldado viene de soldada, que significa cobrar por jugarse el pellejo. Al oír lo de fuerzas armadas –fuerza que lleva armas– uno imagina a intrépidos guerreros desembarcando con el machete entre los dientes, corriendo colina arriba bajo el fuego enemigo, o defendiendo Perejil hasta la última gota. Incluso –a ver si le hago caso a mi madre y me reconcilio con los obispos de una puta vez– a curtidos lejías sin rastro de grifa en la mirada marcial, llevando en alto al Cristo crucificado en las procesiones de Málaga tras poner su equis en la correspondiente casilla eclesiástica de Hacienda. Uno espera eso, por lo menos, de un anuncio que reclama voluntarios para las fuerzas armadas. Pero no. Desilusión al canto. En vez de referirse a la guerra espantosa, que es lo relacionado de toda la vida con ese oficio, se diría que el anuncio se lo encargaron a la factoría Disney.

Supongo que también lo han visto: unos jóvenes y jóvenas con cara de buenos chicos, maravillosos, solidarios, vestidos de camuflaje, ayudando a la gente de una manera, oyes, que te pone la carne de gallina, sonrientes, abnegados, maravillosos. Éste da de beber al sediento, aquel viste al desnudo, el de acá visita al enfermo, el otro consuela a los afligidos. Todo como a cámara lenta y con música, creo recordar –lo mismo no era esa peli, pero se parece– de La Cenicienta. Ya saben. Eres tú el príncipe azul que yo soñé. Y, por supuesto, ni pistolas, ni tanques, ni nada. Armas de destrucción masiva o en menudeo, ni por el forro. El arma de esos muchachos, desliza implícitamente el anuncio, es su corazón de oro. Disparar ya no se lleva, por Dios. Para antibelicistas, nosotros. Tenemos las únicas fuerzas armadas pacifistas del mundo. Invento nacional, marca Acme. Así que ya lo sabes, joven. Si quieres ayudar a tu prójimo, hazte soldado.

Y qué quieren que les diga. Antes, el ministerio de Defensa sacaba a unas topmodels estupendas vestidas de marineras y de rambas, que daban ganas de engancharse y reengancharse varias veces, por la patria o por la cara. Ahora, con la cosa humanitaria, no sé. Porque esa imagen del soldado en plan Heidi y Pedro tiene la pega de que luego, cuando te descuartizan –en la guerra suele ocurrir– el interfecto puede decir oiga, esto no venía en el anuncio. Me querello. Y además, lo del soldado pacifista es una idiotez que se han sacado de la manga los que viven y trincan de no llamar a las cosas por su nombre. Porque, o eres, o no eres. Y si eres, lo asumes y punto. Sin milongas. Aparte de dar medicinas a los niños en sus ratos libres, que es muy loable, los soldados están, sobre todo, para pegar tiros. La filantropía a tiempo completo corresponde a las oenegés, y no conviene confundir al personal. El enorme respeto que merecen los militares españoles muertos en misiones humanitarias no debe hacer olvidar que ésa sólo es una parte, y no la principal, del oficio castrense. Cada uno a lo suyo: las oenegés ayudan y los soldados escabechan. Eso de la reconversión pacífica del soldado moderno es una milonga macabea española.

Pregúntenle a los marines, que son modernos de cojones, o a las pacíficas ratas del desierto de Blair. A ver para qué está un soldado si no es para matar a troche y moche. Otra cosa es que la guerra sea reprobable e indeseable, que en España no haya presupuesto para escopetas, que un cazabombardero sea políticamente incorrecto, y que salga más bonito y barato tirarse el pegote con lo del ejército humanitario. Pero oigan. Si jugamos a eso, que el Gobierno sea consecuente y lo asuma a fondo. Que disuelva las fuerzas armadas y las sustituya por las fuerzas desarmadas, los cascos rosa Ken y Barbie o la oenegé Soldados Besuqueadores sin Fronteras. Así no gastaremos viruta en uniformes de camuflaje, tendremos la conciencia como los chorros del oro, y no habrá necesidad de poner en la tele anuncios con el tocomocho del soldadito Pepe. Y si un día nos ataca Andorra, que no cunda el pánico. Seguiremos poniendo el culo en Washington para que los marines de Bush –al fin y al cabo, ocho de cada diez se apellidan Sánchez y hablan castellano– maten por nosotros. Aquí, paz. Y después, gloria.

3 de agosto de 2003

3 comentarios:

Lobo dijo...

Totalmente de acuerdo.

Yo siempre me he preguntado ¿por qué si se le llama misión de paz, se llevan tantas armas y nos causan bajas?

Independientemente de eso hay que mostrar bastante respeto por todos esos militares. Aunque la guerra sea algo terrible y reprobable, ellos no saben si al siguiente día regresan en una bolsa de plástico. Y me parece que para meterse a eso son necesarios un buen par de cojones.

Pablo dijo...

Buenas. Antes de nada, perdón y disculpas por la intromisión. Quería hacerte una petición, si es posible. Llevo tiempo buscando un artículo en concreto de Arturo, he acabado en éste blog pero aún no lo he conseguido. Te comento un poco el contexto por si me puedes ayudar.

En él se trataba la historia de un chico, y de cómo la gente lo valoraba en función de su coche. Cuando era joven y conducía un seat panda, la gente lo alababa, "mira cómo progresa..." Cuando se hizo con un coche de gama superior empezaban a surgir preguntas "¿De dónde sacará el dinero?, y cuando pasó a tener un mercedes era un "hijodeputa".

Soy profesor, y quería tratar con mis alumnos el tema de la envidia. Me parece un artículo maravilloso para ello. Tendrá más de seis años, incluso diez. Disculpas de nuevo, y gracias.

Un saludo

Migmun dijo...

Hola Pablo,

El artículo al que hace referencia es "El coche de fulano" del 26 de agosto de 2001. En este blog es el número 2001-34 que puede seleccionar en el índice de artículos. Un saludo y gracias por leer el blog.