domingo, 15 de mayo de 2005

Somos el pasmo de Europa

También vamos a tener una de las leyes antitabaco más severas y radicales de Europa. O eso dicen. Que luego se cumpla, es lo de menos. Lo que cuenta, acabo de oírle en la radio a un político de fuste, es que España está en vanguardia de toda iniciativa que se encamine a la salud, la educación, la felicidad y el buen rollito. Para pioneros, nosotros. Se acabó la caspa fascista. Se dan lecciones de mus de diez de la mañana a cinco de la tarde. Pero en algo discrepo de mi primo: a ser asombro del mundo no hemos llegado por las buenas. Sólo con esfuerzos históricos prolongados es posible mantenerse en tan espectacular vanguardia. Hace año y pico, por ejemplo, éramos pasmo de Occidente con lo de Iraq. De todos los presidentes europeos, el nuestro era el único a quien Bush permitía poner los zapatos sobre la mesa en las fotos: el amigo Ansar. Y en lo espiritual, calculen. Nadie tocó la guitarra ante el difunto Juan Pablo II como nuestras amigas Catalinas y Josefinas. Por su parte, la conferencia episcopal siempre hizo encaje de bolillos condenando al mismo tiempo el aborto y el uso del preservativo, aparte de recomendar la castidad como revolucionario tratamiento contra el Sida. Comparado con algunos de los doberman de Dios que tenemos aquí –que además predican desobediencia civil sin que nadie los meta en la cárcel–, el papa Ratzinger es mantequilla blanda. Un osito Mimosín. 

En milicia también somos vanguardia a tope. El mérito no es de la nueva administración, ojo, porque ya el anterior gobierno consiguió que el español fuese el único ejército del mundo, por delante incluso del norteamericano, donde las mujeres están en unidades de combate de primera línea; detalle que confiere a nuestras fuerzas armadas una despiadada ferocidad. Además, hemos inventado el concepto brillantísimo de fuerzas armadas desarmadas, con soldados que no son para la guerra –que está mal vista por la sociedad– sino para atender a niños huérfanos en maremotos o cosas así. Sobre el pacifismo combinado con la integración de extranjeros, ni les cuento. En Melilla, donde si un día hay enemigo éste será moruno, casi el cuarenta por ciento de los soldados en algunas unidades es de origen marroquí: más integrados y pacíficos a la hora de combatir, imposible. De momento le queman el coche al sargento cuando hay discrepancias tácticas. A ver qué se han creído estos españoles racistas de mierda. 

En lo demás, lo mismo. Punteros que echas la pota. Tenemos unos derechos y libertades tan sólidos y avanzados que, desde el humilde navajero al mafioso internacional, todos vienen a España a disfrutarlos. Y nuestros jóvenes, no es que estén protegidos: están acorazados. Si un maestro llama tonto a un alumno, los padres pueden demandarlo por violencia escolar y por insultar al colectivo de disminuidos psíquicos. Pero ni los padres tienen bula: a una madre acaban de caerle seis meses por maltratar salvajemente con dos bofetadas a su criatura de quince años. En cuestiones de paridad hombre-mujer también somos faro del universo: mitad y mitad en todo, haya o no haya, por decreto; el caso es que cuadren las cuentas. Sin olvidar los asuntos lingüísticos: somos el único país culto –es una clasificación, no una definición– donde el BOE prescinde del diccionario, de las academias, de los filólogos y de los clásicos, y el Gobierno se mofa de la lengua española a medida que a cada ministro o ministra le sale de los huevos y huevas. En materia de uniones y adopciones homosexuales, nuestra legislación superará también cuanto nadie ha legislado nunca; de modo que toda España está loca por salir del armario, a ver si trinca algo: una adopción de niños, un buen puesto de trabajo, un marido. En el ámbito escolar, no sólo hemos logrado que cada comunidad autónoma eduque como le salga del ciruelo, sino que poseemos el fastuoso récord de diecisiete sistemas educativos distintos. Que además estamos a punto de enriquecer con la francofonía, la portuguesía, la iparraldía y la magrebía; hasta el punto de que la UNESCO alucina con lo nuestro y le pide la fórmula a Harry Potter. Encima, de postre, vamos a pasar a la historia de las ciencias políticas inventando el Estado Monárquico de Naciones Plurilingües Federal y Republicano Según y Cómo, antes llamado España y ahora marca Acme. Más avanzados, imposible. Cómo será la cosa, que ya ni bandera usamos. No hace falta. Se nos conoce en seguida por la cara de gilipollas. 

15 de mayo de 2005 

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