domingo, 14 de febrero de 2016

Imbéciles sin fronteras

Asombra y a menudo acojona, o por lo menos a mí me pasa, el modo en que la simpleza más frívola, la estupidez más elemental, querido Watson, triunfan en sociedad. No se trata sólo de esta España nuestra, y eso tiene una doble lectura. Creo. Por un lado, mirando los periódicos, la tele o Internet, consuela comprobar que en todas partes cuecen habas y que la gilipollez no tiene fronteras. Que igual de tonto puede ser un chino que uno de Murcia. Sin embargo, por otra parte eso descorazona mucho, pues cada vez le deja a uno menos lugares posibles donde refugiarse cuando todo acabe por irse al carajo. 

Como ven, hoy me desayuno apocalíptico. Pero es que hay temporadas que lo apocaliptizan -o como se diga- a uno. Llevo un tiempo forzado por la perra vida a moverme en ambientes donde el porcentaje de tontos por metro cuadrado es superior a la media, y eso castiga mucho el hígado. Lo que más me revienta es que yo mismo, por imperativos casi legales, me veo forzado a asumir las reglas de estolidez ya establecidas, y no soporto la cara de imbécil que veo si me miro en un espejo. Pero es lo que hay. Por eso hoy me desahogo aquí, dándole a la tecla. 

Sobre tonterías ajenas -las mías no se las voy a contar a ustedes- les refiero la penúltima. Acabo de recibir carta de un lector afeándome que use la frase enfermedad histórica. No ya cáncer, como cuando hace poco una lectora con esa dolencia me recriminó, muy destemplada, escribir cáncer de la sociedad, o cuando otra, también señora, criticó que utilizase la palabra autismo político para definir la cara de pasmado, la parálisis facial -otra enfermedad, por cierto- con que Mariano Rajoy se ha enfrentado en sus cuatro años de legislatura, entre otras cosas, a la insultante arrogancia del ex presidente Mas y sus compadres. Ahora, ese lector bienintencionado me pide que reflexione sobre lo mal que pueden sentirse los enfermos de cualquier clase y estado cuando se topen, en mis textos, con esa desafortunada expresión: enfermedad histórica, enfermedad social. Lo maltratados -supongo que se refiere a eso- que van a sentirse, no ya los que tienen la poca suerte de padecer cáncer, sino también los diabéticos, los asmáticos, los alopécicos, los que están en diálisis, los que tienen hemorroides o los que pillan un catarro. Lo mucho que se van a cabrear conmigo, todos ellos. La de novelas que voy a dejar de vender. Lo que se van a ciscar en mis muertos. 

Por cierto. Ya que hoy hablamos de estupideces, hay una que no deseo pasar por alto, porque se refiere a mi colega y camarada de armas Javier Marías. Y hay varios cantamañanas que han estado dándole la brasa al rey de Redonda, reprochándole que en fecha reciente criticara unas declaraciones de Pablo Iglesias sobre el posible envío de soldados españoles a combatir el yihadismo en África, en las que el líder de Podemos advertía «Ojo, que nuestros soldados podrían volver en cajas de madera». Y a eso respondía Javier, con absoluta sensatez, que volver en cajas de madera es, precisamente, uno de los inconvenientes naturales que tiene ser soldado, desde que el mundo y las guerras existen; y que objetar eso es como recomendar que los bomberos no apaguen incendios porque las llamas pueden quemarlos, o que los policías no se enfrenten a atracadores ni asesinos porque los malos pueden pegarles un tiro. 

Pues, en fin. Oigan. Tan lógicos razonamientos han sido vituperados en las redes sociales, llamando a Javier militarista, a sus años y con su currículum, por decir que los soldados están para ser soldados como su propio nombre indica, no para causas humanitarias. Lo que demuestra, como tantas otras cosas, que cada vez nos alejamos más de la realidad real de las cosas, para introducirnos gozosamente en un mundo idiota donde de la obviedad hacemos una noticia, y además discutimos sobre ella. Imaginen un mundo en el que si, por ejemplo, nos invade un ejército islámico desde el sur o de donde sea -lo del norte empieza a ser posible- no podamos defendernos porque nuestros líderes opinan que bajo ningún concepto deben morir soldados en combate. O un mundo donde no puedan usarse palabras para definir cosas, porque esas palabras -ocurre con casi todas- también tienen lectura peyorativa. Textos, en fin, donde soldado (protestarían los antimilitaristas), divorcio (protestarían los divorciados), ruina (protestarían los arruinados), mugre (protestarían los mugrientos) y millones de otras palabras quedaran proscritas, para no irritar a nadie. Ni siquiera imbécil podría utilizarse, para no ofender a los millones de imbéciles en que nos estamos convirtiendo todos. 

14 de febrero de 2016 

7 comentarios:

Unknown dijo...

Que cierto. Solo nos queda estar callados y maldiciendo por dentro o no hacer caso a tanto remilgos. Elijan usteded

Marcela dijo...

Está usted, muy lejos de ser o convertirse e imbécil, y cualquiera que lea sus artículos, tampoco lo será nunca.
Imbécil : tiene un CI entre 20 y 50.
Otra cosa ya, es que nos tomen por imbéciles, solo hay que ver las noticias y como según que canal de TV veas, te cuenten la misma noticia de manera totalmente opuesta.
¿POR QUÉ no existe la objetividad?
Y no me quedo más con las ganas de decirle lo siguiente: no me creo que usted escriba lo que quiere con total libertad...aunque he de reconocer que algunas veces si lo hace.Eso es ser valiente, si hubiese más...
Por ejemplo , me encantó el artículo sobre el rey Juan Carlos con la caza del elefante, pensé : " Chapeau"

L.N.J. dijo...

"Lo que demuestra, como tantas otras cosas, que cada vez nos alejamos más de la realidad real de las cosas...".

_Y nunca hemos estado tan cerca como actualmente la palpamos, pero está tan distorsionada_. "Cosas de la vida".
Nos falta sentido común, que a mi entender, me cuesta trabajo saber a veces lo que es. Pero en ello estoy. Y humor, mucho humor.

Por cierto, ¿puede escribir alguna vez algo bonito sobre la mujer actual?, es que merodeo por el blog que Miguel Muñoz Córdoba nos trae con tanto gusto (y muchos agradecemos) del escritor Arturo Pérez Reverte, y no leo nada. De verdad, algo sutil. No es para que me regalen los oídos, sino para sentirle suave, delicado y ser capaz de llegar a su parte más femenina.

Eso sí, no me tache de ímbecil, que los metros cuadrados no se pueden reducir a más.


Buen post, saludos.

Unknown dijo...

me desparramo de la risa, gracias por vengarme de todos los abusadores de eufemismos y de todos los literales en un solo texto. Saludos desde Argentina, donde la imbecilidad siempre tuvo hinchada propia.

Maestre Patarrán dijo...

Don Arturo, lo leí en su momento en la web y me desternillé de la risa.
Lo he vuelto a leer en esta plaza... y me ha vuelto a ocurrir.
Lo de la risa, digo.
Sucede a veces que las obligaciones le obligan a uno de vez en cuando a abandonar tus vicios..,
Como el de leer y juntar letras de tanto en tanto.
Pero... los reencuentros son, si cabe mas gozosos.
En resumen:
Buenísimo.
;-)

Anónimo dijo...

Es usted el baluarte de este país, Don Arturo.

Ena dijo...

Sus palabras son música para mis oídos hartos de tantas taladradoras. Gracias, le debo la poca cordura que me queda ;-)