domingo, 22 de julio de 2007

Mujeres como las de antes

Muchas veces he dicho que apenas quedan mujeres como las de antes. Ni en el cine, ni fuera de él. Y me refiero a mujeres de esas que pisaban fuerte y sentías temblar el suelo a su paso. Mujeres de bandera. Lo comento con Javier Marías saliendo del hotel Palace, donde en el vestíbulo vemos a una torda espectacular. «Aunque ordinaria», opina Javier. «Creo que no lo sabe», apunto yo. Seguimos conversando carrera de San Jerónimo arriba, en dirección a la puerta del Sol. Es una noche madrileña animada, cálida y agradable, que nos suministra abundante material para observación y glosa. Yo me muevo, fiel a mis mitos, en un registro que va de Ava Gardner y Debra Paget a Kim Novak, pasando por la Silvana Mangano de Arroz amargo; y Javier añade los nombres de Donna Reed, Rhonda Fleming, Jane Rusell y Angie Dickinson, que apruebo con entusiasmo. Coincidimos además en dos señoras de belleza abrumadora, aunque opuesta: Sophia Loren y Grace Kelly. Al referirnos a la primera, Javier y yo emitimos aullidos a lo Mastroianni propios de nuestro sexo –no de nuestro género, imbéciles– que vuelven superfluo cualquier comentario adicional. Haciendo, por cierto, darse por aludidas, sin fundamento, a unas focas desechos de tienta que pasan junto a nosotros vestidas con pantalón pirata, lorzas al aire y camiseta sudada; creyendo, las infelices, que nuestro «por allí resopla» va con ellas. Respecto a Grace Kelly, dicho sea de paso, me anoto un punto con el rey de Redonda –me encanta madrugarle en materia cinéfila, pues no ocurre casi nunca–, porque él no recuerda la secuencia del pasillo del hotel en Atrapa a un ladrón, cuando doña Grace se vuelve y besa a Cary Grant ante la puerta, de un modo que haría a cualquier varón normalmente constituido dar la vida por ser el señor Grant. 

Pero no sólo era el cine, concluimos, sino la vida real. Los dos somos veteranos del año 51 y tenemos, cine aparte, recuerdos personales que aplicar al asunto: madres, tías, primas mayores, vecinas. Esas medias con costura sobre zapatos de aguja, comenta Javier con sonrisa nostálgica. Esas siluetas, añado yo, gloriosas e inconfundibles: cintura ceñida, curva de caderas y falda de tubo ajustada hasta las rodillas. Etcétera. No era casual, concluimos, que en las fotos familiares nuestras madres parezcan estrellas de cine; o que tal vez fuesen las estrellas de cine las que se parecían muchísimo a ellas. Hasta las niñas, en el recreo, se recogían con una mano la falda del babi y procuraban caminar como las mujeres mayores, con suave contoneo condicionado por la sabia combinación de tacones, falda que obligaba a moverse de un modo determinado, caderas en las que nunca se ponía el sol y garbo propio de hembras de gloriosa casta. En aquel tiempo, las mujeres se movían como en el cine y como señoras porque iban al cine y porque, además, eran señoras. 

Con esa charla hemos llegado a la calle Mayor, donde se divisa por la proa un ejemplo rotundo de cuanto hemos dicho. Entre una cita de Shakespeare y otra de Henry James, o de uno de ésos, Javier mira al frente con el radar de adquisición de objetivos haciendo bip-bip-bip, yo sigo la dirección de sus ojos que me dicen no he querido saber pero he sabido, y se nos cruza una rubia de buena cara y mejor figura, vestida de negro y con zapatos de tacón, que camina arqueando las piernas, toc, toc, con tan poca gracia que es como para, piadosamente –¿acaso no se mata a los caballos?–, abatirla de un escopetazo. Nos paramos a mirarla mientras se aleja, moviendo desolados la cabeza. Quod erat demostrandum, le digo al de Redonda para probarle que yo también tengo mis clásicos. Mírala, chaval: belleza, cuerpo perfecto, pero cuando decide ponerse elegante parece una marmota dominguera. Y es que han perdido la costumbre, colega. Vestirse como una señora, con tacón alto y el garbo adecuado, no se improvisa, ni se consigue entrando en una zapatería buena y en una tienda de ropa cara. No se pasa así como así de sentarse despatarrada, el tatuaje en la teta y el piercing en el ombligo a unos zapatos de Manolo Blahnik y un vestido de Chanel o de Versace. Puede ocurrir como con ese chiste del caballero que ve a una señora bellísima y muy bien puesta, sentada en una cafetería. «Es usted –le dice– la mujer más hermosa y elegante que he visto en mi vida. Me fascinan esos ojos, esa boca, esa forma de vestir. La amo, se lo juro. Pero respóndame, por favor. Dígame algo.» Y la otra contesta: «¿Pa qué?… ¿Pa cagarla?». 

22 de julio de 2007 

19 comentarios:

Dyhego dijo...

Comparadas con las actuales "divas" del puterío televisivo...
Salu2.

Fantasma de la Opera dijo...

¿Y doña Mónica Bellucci, qué es? Para mí es la excepción que confirma la regla...

Un saludo.

Anónimo dijo...

Ilmo. Sr. Periodista, novelista y miembro. Tampoco quedan hombres como de antes. No tiene más que mirar su canija estampa, si bien es cierto q usted lo compensa con ese pico d oro, al revés q la mencionada

El país de Tócame Roque dijo...

jaja, es verdad que hemos perdido la costumbre, y subirse a unos tacones sin experiencia resulta complicado, soy la primera que parezco un pato, lo reconozco. Añado no obstante, que no es necesario gastarse un dineral para resultar elegante y atractiva, es algo que se lleva dentro y se proyecta al exterior, nunca al revés

Anónimo dijo...

Es cierto...No quedan mujeres, casi de las de antes...Ahora no tenemos miedo a ponernos unos pantalones y manejar un autobus.No tenemos miedo a decir lo que pensamos en politica y otros menesteres...Pero si...aun quedan hombres de los de antes, que solo son capaces de juzgar a una mujer por como anda o lo que lleva y no por su cerebro.

Anónimo dijo...

Qué ta cierto resulta lo último mencionado.Es evidente opinar que la mujer no fue creada para agradar a nadie y mucho menos a un hombre.

Anónimo dijo...

Echo de menos la elegancia del lenguaje, que derrocha ordinariez a raudales. El mensaje puede tener cierto pase...y que la sociedad actual tiene tendencia a enfatizar absurdeces superficiales es un hecho...Pero criticarlo y dedicarle tanta importancia a 'un vistazo' al mismo tiempo es una incoherencia.

Noelia dijo...

Si eso es lo que tiene que escribir, gracias por su honestidad, ha debido ser dura su trayectoria con tantas distracciones y que decir de su presente, lamento mucho que sus ojos tengan que ver y escuchar tales insultos a su infravalorada condición de ser humano. Pero mire cómo es la naturaleza de caprichosa, que usted también escogió a una mujer para nacer.

Atentamente, una mujer que admira a las mujeres de antes, a las de ahora y a las del futuro.

Unknown dijo...

No entiendo, porque mis hijos tienen que estudiar en la escuela a alguien como usted. El tema del escopetazo apliqueselo. Basta de apología violenta....contra nadie!!!!

A Fraga Virtual dijo...

Es usted impresentable.Y va de intelectual y académico....Y no venga usted diciendo que esto es ficción. Y Javier Marías? No sé cómo consiente que su nombre aparezca en semejante artículo. Qué pila de mediocres! A falta de talento utiliza la provocación, en fin...

Esther Mora Oliver dijo...

Pocas cosas más repugnantes he visto en mi vida que este artículo. El otro día, un vómito sin ton ni son en el aparcamiento de un centro comercial me lo recordó. He venido, de nuevo, a comprobar si me daba más asco el uno o el otro. Prefiero, sin ningún género de duda, aquel vómito. Al menos estoy segura de que fue involuntario y sin ánimo de ofender.

Elena dijo...

En nombre de todas las mujeres suplico fervorosamente perdón a todos los machos que ya no pueden deleitar su vida como antaño. Pobrecitos!
Por si alguien no lo pilla, es sarcasmo puro y duro. ¡Pobre Arturito, tan capaz en algunas cosas (suponemos), y tan insondablemente imbécil en otras!...
Quiero pensar que algo hemos avanzado, pues no creo que a día de hoy un artículo así se publicara tal cual. Una cosa es no cortarse con los tacos, y otra, ofender de modo humillante y denigrante a una persona por no exhibir la estética que a otro le gustaría contemplar,("focas desecho de tienta", pero esto qué es...?!) Por no hablar del merecimiento de muerte de aquella que no sabía caminar con tacones y con garbo. En fin...

Inés dijo...

Ponte Arturito tacones de aguja y medias con costura, verás que guapo estás. Y que elegante, y que garbo Arturo, que tu lo haces todo bien. Y camina un rato con ellos, y lúcete en tus movimientos. A mi no me da la gana. No tengo que hacerlo. no tengo que agradar a nadie. Mi sustento y mi familia la mantengo con mi trabajo de arquitecta, no con un matrimonio apañado cuando yo tenía 20 años con un arquitecto que se prendó de mis andares a pesar de ser analfabeta. Y al que tengo que aguantar y seducir cada día.
Lástima que no pueda ponerme tacones para ir a la obra. Mi marido ,que también es arquitecto me tiene por un igual, no por un accesorio.
No sé si entiendes la sutil diferencia.
Tu sí que eres un hombre como los de antes, zafio, gañán, engreido y sin espejos en su casa.
No te has mirado la cara ni la facha de canijo ni en los baños del cine que tanto frecuentas.
Porque a esa rubia tan guapa con cuerpo perfecto a la que tu le pegarías un escopetazo y que igual es dependienta, quizás es neurocirujana, y en ambos casos creo que tiene derecho a la vida, esa rubia espectacular que no sabe llevar tacones y que tu has mirado, juzgado, y reconocido que tenia belleza y cuerpo perfecto, Arturo, no te tocaría ni con un palo.
Ni esa ni otras con menos prerrogativas.
Esa rubia os ve a Marias y a ti y piensa, "mira el gordito calvo y el enanito viejales con ínfulas". Jo la rubia, tan guapa y tan maleducada. Sin saber apreciar la inteligencia. Esa conversación que le íbais a dar. La íbais a deleitar con viestra cultura a la rubia. Aunque fuera ingeniera de sistemas y hubiera leido más que vosotros. Que aunque no lo creas es posible.
Tu Arturín, le enseñarías modales. A esta rubia tu le enseñabas a vestir bien, a moverse, a tener un buen culo, la casa como los chorros del oro y a callar cuando tu hablas, coño.
No, no quedan mujeres como las de antes.
Y las que quedan de antes creen que muy bien hemos hecho.

TAmbién estaban hartas de llevar tacones. Y de todo lo demás.

Anónimo dijo...

Entre cinco y ocho años después de la publicación se este artículo, en evidente e inocente clave de sorna y humor, aparecen aquí las agrias miasmas tan de moda en el panorama cultural español, nacidas siamesas de algún partido morado de viriles líderes que moradas las pasan para seguir en su negocio evangelizador de pobres mujeres necesitadas de sus sabias enseñanzas.

Lo peor que está ocurriendo en la España de los veinte es la persecución del sentido del humor a manos de los árabes, y el intento de censura de las cosas más inocentes por cuenta de mierdecillas intelectuales a las que se ordena qué y cómo deben pensar, decir y opinar.

Jesús G. Maestro dijo...

Feministas pertenecientes a movimientos completamente nocivos y destructivos de la sociedad y de las relaciones humanas que están complicando normalmente la vida a muchas mujeres, que probablemente, de no adoptar una actitud feminista ante la vida, su relación con el sexo opuesto habría sido sin duda más feliz.
Pero esto ya es una cuestión de libertad personal, cada uno puede escoger el prejuicio en nombre del cual quiera j*d*r su propia vida. En ese sentido hay gente que j*de su propia vida vinculándose con nacionalismos, otros vinculándose con animalismos, otros vinculándose con religiones del más variado signo y pelaje, y otros con el feminismo.
Hoy día tenemos un catálogo muy amplio para elegir de qué forma queremos j*der nuestra propia vida y la de la de quiénes están a nuestro alrededor. En ese sentido eso cada uno es muy libre de escoger lo que quiera; y evidentemente otros somos muy libres de evitar relacionarnos con personas que hayan escogido elecciones letales... elecciones letales. Cuídese mucho el prójimo de relacionarse con personas que hayan escogido elecciones letales... Allá cada cual.

Anónimo dijo...

Amen

Verónica S. dijo...

Ya se sabe: los hombres buscan mujeres que ya no existen; las mujeres buscamos hombres que aún no existen.

Anónimo dijo...

Pérez Reverte pasará pronto al olvido, sus palabras son los estertores del dinosaurio que agoniza. Es un pobre viejo.

Anónimo dijo...

Al olvido pasa quien es perfectamente desconocido e ignoto, a diferencia de Pérez-Reverte que es un escritor muy importante y conocido, un periodista de guerra, y un académico de la lengua que ha dejado una obra que le sobrevivirá; y “pobre viejo” es todo aquel que no muere joven, algo que por desgracia ocurre a muchas personas que incluso permaneciendo vivas no aportan nada digno de mención al género humano y son suficientemente torpes como para insultar a quien llega a los setenta años de edad; ahí están creando, trabajando y en activo con noventa y cuatro, ochenta y ocho o noventa y tres años de edad Woody Allen, Clint Eastwood o Willian Shatner.