Qué país. Abrir la boca es moverte por un campo de minas. El otro día fui a Córdoba y a Huelva a hablar del capitán Alatriste con chicos de colegios de allí; y de paso planteé un asunto que me preocupa, con lo de Iraq y toda la parafernalia bélica: la manipulación infame a que están siendo sometidos los medios de comunicación en todo el mundo. En un tiempo como éste -dije- en que la gente es cada vez más vulnerable, por menos culta, el poder recurre cada vez más al periodista y al periodismo como arma de manipulación y arma de guerra. Eso ocurrió siempre; pero nunca tan descarada e intensamente como ahora. Han contaminado la profesión y han convertido al reportero en un soldado más de la guerra moderna. Ahora hasta el combatiente más analfabeto sabe que una cámara de televisión puede ser usada en su contra. Que el periodista puede trabajar para su enemigo. Por eso, si yo fuera soldado -añadí- ahora mataría periodistas. Y eso es terrible, porque de informadores objetivos han convertido ahora a los periodistas en soldados forzosos. En víctimas potenciales de guerras que no son suyas.
Eso fue lo que dije; y después de veintiún años de oficio y de haber enterrado a unos cuantos amigos, nadie puede decir que no sé de qué carajo estoy hablando. O sea, que lo dije y lo sostengo. El comentario fue recogido por muy pocos periódicos y agencias -tampoco era noticia relevante, ni mucho menos-, y en casi todos los casos salió bastante ajustado a su sentido. Excepto en ABC. Allí, esa noche, un redactor de guardia, o un redactor jefe, o quien fuera, decidió ser fiel al viejo principio periodístico de que nunca hay que permitir que la verdad estricta estropee un buen titular. Así que en la sección de las frases del día, figuró a palo seco: «Pérez-Reverte: Si fuera soldado, mataría periodistas». Sin nada más. Sin contexto ni más información. Pero eso sí, con un breve comentario editorial anónimo -opinión del diario, según los usos y costumbres del oficio- diciendo que, claro, como ahora el fulano es académico y ya no va a la guerra, y la ve desde el café Gijón, pues se ha olvidado de los sufrimientos y penalidades de cuando era reportero, y le da igual que maten a sus antiguos camaradas, el hijoputa.
Y luego, lo de siempre. Esos tertulianos de radio que viven de comentar titulares de periódicos y de todo saben y todo lo captan. Esa lectura de la prensa de la mañana. Esa frase del cabrón del Reverte. Esa glosa del asunto, sin que nadie se moleste en averiguar, mirando un teletipo, qué más ha dicho, aparte de la frase a palo seco., Yo iba oyendo la radio, de vuelta del viaje, y alucinaba en colores. Algo más habrá dicho, decía uno, con cierta sensatez. Igual está fuera de contexto. Nada, nada, decía otro. Como ahora ya no va a la guerra, le da lo mismo que maten periodistas o no. Los odia. Parece mentira, apuntaba un tercero. Qué aburguesado y qué traidor. Cómo se le ha subido la Real Academia a la cabeza. Yo siempre pensé, apostillaba un cuarto, que ese tío nunca fue trigo limpio.
Me cabreé, lo confieso. No demasiado, porque son muchos años y mucha mili, y conozco a mis clásicos. Al principio pensé en llamar a alguien de ABC, para ciscarme en su puta madre. Pero qué más da, dije. En dos días no se acuerda nadie. Se olvidan cosas peores en España -ahí sigue Álvarez Chapapote Cascos, por ejemplo: de ministro de Fomento, con dos cojones-. Sin embargo, fastidia que, pese a que cuando abres la boca lo haces con mucho tiento, porque sabes dónde te la juegas, toda esa cautela se vaya al carajo porque a un imbécil le apetece un titular con garra. Así que me dije: qué diablos. Yo también tengo dónde poner cosas en su sitio. Y del mismo modo que ocurrió hace exactamente ciento siete patentes de corso -cómo pasa el tiempo, rediós-, cuando dije que, a veces, puedes terminar respetando más a un terrorista que mata que al político tramposo y sin escrúpulos que se aprovecha de ello, y un cretino gallego tituló: «Pérez-Reverte prefiere a un terrorista que a un político» (El Semanal, 18-2-01), decidí dedicar la patente de hoy a este pequeño ajuste privado de cuentas. Dos veces en diez años no es mucho, así que confío en que me disculpen. Además, hasta puede ser útil como referencia. No se fíen siempre -y si pueden, no se fíen nunca- de los titulares de los periódicos, de las radios o de los telediarios. Aparte la estupidez, la torpeza o la ignorancia del redactor o tertuliano de turnó, también a ustedes -como a los periodistas en general, como a mí mismo- nos utilizan de soldados en guerras ajenas.
30 de marzo de 2003
Eso fue lo que dije; y después de veintiún años de oficio y de haber enterrado a unos cuantos amigos, nadie puede decir que no sé de qué carajo estoy hablando. O sea, que lo dije y lo sostengo. El comentario fue recogido por muy pocos periódicos y agencias -tampoco era noticia relevante, ni mucho menos-, y en casi todos los casos salió bastante ajustado a su sentido. Excepto en ABC. Allí, esa noche, un redactor de guardia, o un redactor jefe, o quien fuera, decidió ser fiel al viejo principio periodístico de que nunca hay que permitir que la verdad estricta estropee un buen titular. Así que en la sección de las frases del día, figuró a palo seco: «Pérez-Reverte: Si fuera soldado, mataría periodistas». Sin nada más. Sin contexto ni más información. Pero eso sí, con un breve comentario editorial anónimo -opinión del diario, según los usos y costumbres del oficio- diciendo que, claro, como ahora el fulano es académico y ya no va a la guerra, y la ve desde el café Gijón, pues se ha olvidado de los sufrimientos y penalidades de cuando era reportero, y le da igual que maten a sus antiguos camaradas, el hijoputa.
Y luego, lo de siempre. Esos tertulianos de radio que viven de comentar titulares de periódicos y de todo saben y todo lo captan. Esa lectura de la prensa de la mañana. Esa frase del cabrón del Reverte. Esa glosa del asunto, sin que nadie se moleste en averiguar, mirando un teletipo, qué más ha dicho, aparte de la frase a palo seco., Yo iba oyendo la radio, de vuelta del viaje, y alucinaba en colores. Algo más habrá dicho, decía uno, con cierta sensatez. Igual está fuera de contexto. Nada, nada, decía otro. Como ahora ya no va a la guerra, le da lo mismo que maten periodistas o no. Los odia. Parece mentira, apuntaba un tercero. Qué aburguesado y qué traidor. Cómo se le ha subido la Real Academia a la cabeza. Yo siempre pensé, apostillaba un cuarto, que ese tío nunca fue trigo limpio.
Me cabreé, lo confieso. No demasiado, porque son muchos años y mucha mili, y conozco a mis clásicos. Al principio pensé en llamar a alguien de ABC, para ciscarme en su puta madre. Pero qué más da, dije. En dos días no se acuerda nadie. Se olvidan cosas peores en España -ahí sigue Álvarez Chapapote Cascos, por ejemplo: de ministro de Fomento, con dos cojones-. Sin embargo, fastidia que, pese a que cuando abres la boca lo haces con mucho tiento, porque sabes dónde te la juegas, toda esa cautela se vaya al carajo porque a un imbécil le apetece un titular con garra. Así que me dije: qué diablos. Yo también tengo dónde poner cosas en su sitio. Y del mismo modo que ocurrió hace exactamente ciento siete patentes de corso -cómo pasa el tiempo, rediós-, cuando dije que, a veces, puedes terminar respetando más a un terrorista que mata que al político tramposo y sin escrúpulos que se aprovecha de ello, y un cretino gallego tituló: «Pérez-Reverte prefiere a un terrorista que a un político» (El Semanal, 18-2-01), decidí dedicar la patente de hoy a este pequeño ajuste privado de cuentas. Dos veces en diez años no es mucho, así que confío en que me disculpen. Además, hasta puede ser útil como referencia. No se fíen siempre -y si pueden, no se fíen nunca- de los titulares de los periódicos, de las radios o de los telediarios. Aparte la estupidez, la torpeza o la ignorancia del redactor o tertuliano de turnó, también a ustedes -como a los periodistas en general, como a mí mismo- nos utilizan de soldados en guerras ajenas.
30 de marzo de 2003