Hay que fastidiarse. Resulta, ahora que los enterradores de nuestro futuro cultural eliminan el Latín de los planes de estudio en España, que a los norteamericanos les da por descubrir las bondades de esa lengua mal llamada muerta que, según el International Herald Tribune, resucita y vuelve a estar de moda. A quien nace para picapedrero hasta del cielo le llueven piedras, y parece que todo el mundo se haya puesto de acuerdo para dejar con el culo al aire a ciertas luminarias de la política, la economía y la cultura, que pasarán a la Historia con el indudable mérito -no crean que es tan fácil; se requieren vocación y condiciones- de haber dejado el paisaje hecho un solar. Hace falta tener mala suerte; aunque también puede ser que el asunto se limite a simple estupidez. Porque a menudo resulta más nocivo un imbécil que un malaentraña.
Confieso que la noticia ha hecho que me relama de placer, entre otras cosas porque el arriba firmante ya dio su modesta caña hace unos meses en esta misma página con ese asunto a los del dieciseisavo, reprochándoles rebajar el listón hasta el nivel de su propia mediocridad. Y hete aquí que, según los informes, en los Estados Unidos de América del Norte se registra, en los últimos tiempos, un aumento de 150.000 a medio millón de estudiantes de Latín, sólo en escuelas públicas. Imagino que, al enterarse de la noticia, el correspondiente subsecretario de Liquidaciones Culturales habrá encargado una encuesta urgente a la empresa de sondeos de su prima Maripili, para averiguar cómo es posible que una lengua de curas y de arqueólogos, que aquí acaban de cargarse de un plumazo para dejar lugar a otras asignaturas más prácticas, más bonitas y más modernas, registre un auge importante en Europa y en los Estados Unidos. Y que en Francia, sin ir más lejos, en lugar de suprimirla en el bachillerato, le hayan añadido un curso más. Los hijoputas, prima. Cómo lo ves.
No sé qué diablos va a contarle Prospecciones Maripili S.A. al ministro del ramo en ese informe que deben de estarle preparando con toda urgencia, Y por el que, imagino, la antedicha Maripili y compañía trincarán una pasta gansa a costa de los presupuestos del 95, Pero tampoco hay que herniarse buscando. El Herald Tribune, verbigracia, indica que los alumnos que conocen los rudimentos del Latín obtienen mejores resultados académicos, sociales y profesionales, gozan de mayor capacidad analítica y de relación, y poseen un vocabulario más rico y más inteligente. El Latín, además, tiene aplicación en diferentes campos de la informática y es, incluso, utilizado a la manera de lengua franca en las redes electrónicas escolares y universitarias por alumnos de diferentes países que no dominan el inglés, como los monjes en la Edad Media. Y además, es bonito. Pero amárrenme esa mosca por el rabo en este país nuestro, donde las humanidades son perseguidas con el mismo celo desplegado antaño en la caza de judíos y liberales, y hogaño de moros, negros y maricones. De quienes, por cierto, la palabra humanista será pronto sinónimo admitido -lo tragan todo- por la Real Academia.
Cuenta Antonio Muñoz Molina, que escribe libros y además es mi amigo, que ahora se arrepiente de no haber aprendido bien Latín en el cole, lo que le impide disfrutar, entre otras cosas, de los hexámetros de la Eneida o de la prosa hermosa y desnuda de aquel fulano, Tácito. Antonio, como tantos de nosotros, tuvo la desgracia de que en un siniestro colegio de curas de su adolescencia lo vacunaran, muy jovencillo, contra una lengua que se planteaba no como una clave primera de la propia cultura, memoria y nacionalidad -los antiguos usaban lengua como sinónimo de país o nación-, sino como una disciplina penitenciaria, sórdida, clerical. Estoy seguro de que, del mismo modo, los más lúcidos de nuestros hijos lamentarán el día de mañana haber crecido a la sombra de planes de estudio, Egebés, Logses y previsiones de futuro diseñadas -nefasta palabra-, aprobadas y real-decretadas por una clase política analfabeta y satisfecha de haberse conocido. Sin que los eventuales recambios que hay a la vista sean como para ponerse a tirar cohetes.
(A todo esto, doy por sentado que los presuntos responsables del Ministerio de Educación y Ciencia saben lo que es el Latín, o sea, una lengua antigua, etcétera, en la que se basan el castellano, el catalán, el francés y muchas otras lenguas. La hablaban los que salen en las películas de romanos. Para más datos, pueden consultar las 43 páginas que le dedica la Enciclopedia Universal Espasa. Porque digo yo que conocerán el Espasa).
29 de enero de 1995
Confieso que la noticia ha hecho que me relama de placer, entre otras cosas porque el arriba firmante ya dio su modesta caña hace unos meses en esta misma página con ese asunto a los del dieciseisavo, reprochándoles rebajar el listón hasta el nivel de su propia mediocridad. Y hete aquí que, según los informes, en los Estados Unidos de América del Norte se registra, en los últimos tiempos, un aumento de 150.000 a medio millón de estudiantes de Latín, sólo en escuelas públicas. Imagino que, al enterarse de la noticia, el correspondiente subsecretario de Liquidaciones Culturales habrá encargado una encuesta urgente a la empresa de sondeos de su prima Maripili, para averiguar cómo es posible que una lengua de curas y de arqueólogos, que aquí acaban de cargarse de un plumazo para dejar lugar a otras asignaturas más prácticas, más bonitas y más modernas, registre un auge importante en Europa y en los Estados Unidos. Y que en Francia, sin ir más lejos, en lugar de suprimirla en el bachillerato, le hayan añadido un curso más. Los hijoputas, prima. Cómo lo ves.
No sé qué diablos va a contarle Prospecciones Maripili S.A. al ministro del ramo en ese informe que deben de estarle preparando con toda urgencia, Y por el que, imagino, la antedicha Maripili y compañía trincarán una pasta gansa a costa de los presupuestos del 95, Pero tampoco hay que herniarse buscando. El Herald Tribune, verbigracia, indica que los alumnos que conocen los rudimentos del Latín obtienen mejores resultados académicos, sociales y profesionales, gozan de mayor capacidad analítica y de relación, y poseen un vocabulario más rico y más inteligente. El Latín, además, tiene aplicación en diferentes campos de la informática y es, incluso, utilizado a la manera de lengua franca en las redes electrónicas escolares y universitarias por alumnos de diferentes países que no dominan el inglés, como los monjes en la Edad Media. Y además, es bonito. Pero amárrenme esa mosca por el rabo en este país nuestro, donde las humanidades son perseguidas con el mismo celo desplegado antaño en la caza de judíos y liberales, y hogaño de moros, negros y maricones. De quienes, por cierto, la palabra humanista será pronto sinónimo admitido -lo tragan todo- por la Real Academia.
Cuenta Antonio Muñoz Molina, que escribe libros y además es mi amigo, que ahora se arrepiente de no haber aprendido bien Latín en el cole, lo que le impide disfrutar, entre otras cosas, de los hexámetros de la Eneida o de la prosa hermosa y desnuda de aquel fulano, Tácito. Antonio, como tantos de nosotros, tuvo la desgracia de que en un siniestro colegio de curas de su adolescencia lo vacunaran, muy jovencillo, contra una lengua que se planteaba no como una clave primera de la propia cultura, memoria y nacionalidad -los antiguos usaban lengua como sinónimo de país o nación-, sino como una disciplina penitenciaria, sórdida, clerical. Estoy seguro de que, del mismo modo, los más lúcidos de nuestros hijos lamentarán el día de mañana haber crecido a la sombra de planes de estudio, Egebés, Logses y previsiones de futuro diseñadas -nefasta palabra-, aprobadas y real-decretadas por una clase política analfabeta y satisfecha de haberse conocido. Sin que los eventuales recambios que hay a la vista sean como para ponerse a tirar cohetes.
(A todo esto, doy por sentado que los presuntos responsables del Ministerio de Educación y Ciencia saben lo que es el Latín, o sea, una lengua antigua, etcétera, en la que se basan el castellano, el catalán, el francés y muchas otras lenguas. La hablaban los que salen en las películas de romanos. Para más datos, pueden consultar las 43 páginas que le dedica la Enciclopedia Universal Espasa. Porque digo yo que conocerán el Espasa).
29 de enero de 1995