Alguien se ha ofendido, creo, porque hace unas semanas sugerí que, tras negociarlo con Washington, el Gobierno podría conseguir que la VI Flota utilice Cartagena y Cádiz como burdeles, a fin de animar un poco la economía nacional. Un lector, incluso, se adhiere a mi propuesta sugiriéndome que añada a la oferta la casa de la madre que me parió. De cualquier modo -mientras considero el asunto- creo superfluo precisar que los nombres de esas ciudades, bases navales por cierto, fueron tomados al azar, y no porque sus condiciones las hagan más idóneas que, por ejemplo, Cáceres o Barcelona. Lo que pasa es que Cáceres no tiene puerto de mar, y en Barcelona los marineros gringos de origen hispano, que son cada vez más, iban a hacerse la picha un lío con la rotulación lingüísticamente normalizada, pasándose las noches preguntándoles a las lumis de las esquinas si estaban en España o no. De cualquier modo, la idea original no es mía. Asociaciones de comerciantes de algunas ciudades mediterráneas han llevado a cabo iniciativas para ofrecer facilidades y descuentos a los marinos de los buques norteamericanos si éstos hacen escala fija en sus puertos. Y por algo se empieza. Ignoro cuál es el estado actual de esas gestiones, y prefiero no saberlo. Pero el móvil resulta comprensible: es muy duro vivir del pequeño comercio y ver que mientras todo el mundo, Gobierno, ayuntamientos y ciudadanos de a pie, da las máximas facilidades a las grandes superficies, a tí no te entra nadie en la tienda. Así que, bueno. Más vale, se dicen, un fulano de Arkansas con descuento que ciento volando.
Y es que hay que cogerle el tranquillo al asunto. El cuadro general consiste en la afirmación apriorística de que Europa es un espacio compartido, cuya población y gobiernos tienen por meta el bien común y la solidaridad: inexactitud que orientó la política económica de mis primos, los de los cien años de honradez, durante trece largos años. No sé si se acuerdan de aquel ministro bajito y de Tafalla, cuya gestión -pelotazos de gente guapa aparte puede resumirse en la idea de que, como Europa era un solo espacio económico, las industrias lo mismo daba que estuvieran en Alemania que aquí. Así que, puestos manos a la obra, se desmanteló lo de aquí, y ahora, efectivamente, las industrias están en Alemania. Y allí se van a quedar para el resto de nuestra puta vida. En cuanto al concepto de liberalismo económico -que los sonrientes herederos del asunto parecen compartir con entusiasmo- resulta que en España consiste en decirle a la gente que se busque la vida como pueda. A saber: que el empresario es quien se lo guisa y se lo come, que las prestaciones a los más desfavorecidos y a la enseñanza pública van a menos, y que quienes educaron a sus hijos para ganarse el pan honrado en un puesto de trabajo decente y seguro, ya pueden irlos reciclando para que sean unos golfos buscavidas, salvo que prefieran trabajar jornadas interminables por sueldos de miseria que a veces ni llegan a cobrar, en manos de explotadores y de sinvergüenzas que se aprovechan de la mano de obra barata, y a quienes sus víctimas no se atreven a denunciar por miedo a verse en la lista negra de la oferta laboral.
Voto a Dios que lo están consiguiendo. En realidad, cuando algunos hablan de buenas perspectivas económicas se refieren a que hay pajar abierto para quienes se montan el asunto de la pasta de tú a tú con Europa o con quien sea; pero muchos de tales negocios también pueden hacerse con una secretaria y un fax, sin generar puestos de trabajo estables, suspendiendo pagos de vez en cuando, cerrando unas empresas y abriendo otras a conveniencia, peloteando letras y chalaneando de aquí para allá. Aunque lo pare un país no es próspero porque circule el dinero negro, sino porque la gente goza de perspectivas estables que aseguran su futuro, en vez de ir tirando a base de contratos basura, limosnas comunitarias y subvenciones. Y a este paso, la aventura europea va a quedarse, para buena parte de España, en un país de servicios. Y como todo el mundo sabe, servicios es un eufemismo para referirse, entre otros, a los países de putas y camareros. Los imbéciles y los irresponsables que hicieron y hacen posible todo esto son los que, a la larga, dan lugar a que la gente aplauda a las malas bestias totalitarias que, a cambio de ofrecer trabajo, secuestran la vida y la libertad.
26 de enero de 1997
Y es que hay que cogerle el tranquillo al asunto. El cuadro general consiste en la afirmación apriorística de que Europa es un espacio compartido, cuya población y gobiernos tienen por meta el bien común y la solidaridad: inexactitud que orientó la política económica de mis primos, los de los cien años de honradez, durante trece largos años. No sé si se acuerdan de aquel ministro bajito y de Tafalla, cuya gestión -pelotazos de gente guapa aparte puede resumirse en la idea de que, como Europa era un solo espacio económico, las industrias lo mismo daba que estuvieran en Alemania que aquí. Así que, puestos manos a la obra, se desmanteló lo de aquí, y ahora, efectivamente, las industrias están en Alemania. Y allí se van a quedar para el resto de nuestra puta vida. En cuanto al concepto de liberalismo económico -que los sonrientes herederos del asunto parecen compartir con entusiasmo- resulta que en España consiste en decirle a la gente que se busque la vida como pueda. A saber: que el empresario es quien se lo guisa y se lo come, que las prestaciones a los más desfavorecidos y a la enseñanza pública van a menos, y que quienes educaron a sus hijos para ganarse el pan honrado en un puesto de trabajo decente y seguro, ya pueden irlos reciclando para que sean unos golfos buscavidas, salvo que prefieran trabajar jornadas interminables por sueldos de miseria que a veces ni llegan a cobrar, en manos de explotadores y de sinvergüenzas que se aprovechan de la mano de obra barata, y a quienes sus víctimas no se atreven a denunciar por miedo a verse en la lista negra de la oferta laboral.
Voto a Dios que lo están consiguiendo. En realidad, cuando algunos hablan de buenas perspectivas económicas se refieren a que hay pajar abierto para quienes se montan el asunto de la pasta de tú a tú con Europa o con quien sea; pero muchos de tales negocios también pueden hacerse con una secretaria y un fax, sin generar puestos de trabajo estables, suspendiendo pagos de vez en cuando, cerrando unas empresas y abriendo otras a conveniencia, peloteando letras y chalaneando de aquí para allá. Aunque lo pare un país no es próspero porque circule el dinero negro, sino porque la gente goza de perspectivas estables que aseguran su futuro, en vez de ir tirando a base de contratos basura, limosnas comunitarias y subvenciones. Y a este paso, la aventura europea va a quedarse, para buena parte de España, en un país de servicios. Y como todo el mundo sabe, servicios es un eufemismo para referirse, entre otros, a los países de putas y camareros. Los imbéciles y los irresponsables que hicieron y hacen posible todo esto son los que, a la larga, dan lugar a que la gente aplauda a las malas bestias totalitarias que, a cambio de ofrecer trabajo, secuestran la vida y la libertad.
26 de enero de 1997