Alguien tiene que decirlo, así que hoy lo digo. Ya está bien de tantos siglos de olvido partidista, y tanta injusticia. Ya está bien de tanta manipulación falaz de la Biblia y de la Historia, de tanto manguita que se lleva la fama mientras otros cardan la lana. Si de café se trata, que haya café para todos.
Esta introducción, o proemio, viene al hilo de un hecho bíblico: Cuando Yahvé, o sea, Dios, decide desencadenar su operación Tormenta del Desierto y bombardea las ciudades de la Pentápolis (Génesis XIX, 24), se pasa por la piedra de amolar y sin contemplaciones a Sodoma y Gomorra, entre otras, con el balance de sólo tres supervivientes y una estatua de sal. Lo hace, supongo recuerdan ustedes, porque tanto los sodomitas como los gomorritas habían incumplido los acuerdos en vigor, y no facilitaron la labor ni trataron bien – de hecho quisieron literalmente sodomizar (XIX, 4)- a los dos observadores internacionales que, con la cobertura diplomática de ángeles, viajaron allí para echarle un vistazo al putiferio.
Desde entonces, y a eso es a lo que voy, el nombre de Sodoma se hizo famoso, legendario, y los naturales de esa ciudad recibieron un trato de favor en la Historia y en la sociedad. Los sodomitas se hicieron inmortales. Su fama cruzó fronteras, llenó libros y bibliotecas, definió tipos sociales, motivó estudios, tratados, películas y demás. El diccionario Espasa, por ejemplo, entre pitos y flautas les dedica nueve páginas de pormenores en letra apretada, incluyendo un mapa del Mar Muerto con la localización geográfica exacta de la ciudad donde tanto hilo le dieron a la cometa. Y a ese nombre de tan ilustre y secular prosapia se han asociado sin reparo personajes extraordinarios como Alcibíades, Sócrates, Miguel Angel, Shakespeare, Safo, Oscar Wilde o García Lorca. De hecho, la presencia de sodomitas es hoy decisiva y numerosa en el mundo moderno de la cultura, la ciencia y la política. Incluso el término se hace extensivo a muchas actividades no directamente relacionadas con la cosa en sí. Por ejemplo –el Espasa también distingue entre activa y pasiva-, para definir la política exterior española respecto a Cuba y a la administración Clinton.
¿Y qué pasa con Gomorra?, pregunto. ¿Qué pasa con esa ciudad que, teniendo según la Biblia los mismos méritos que Sodoma, vio injustamente oscurecidos nombre y fama?... ¿Qué pasa con los gomorritas, tan marginados que su nombre no significa nada ni se utilizó nunca para maldita la cosa, hasta el punto de que el citado Espasa se limita a decir: ‘Gomorra: Véase Sodoma’?...Convendrán ustedes conmigo en que estamos ante un flagrante caso de ninguneo y ante una auténtica canallada histórica. Porque digo yo que algún derecho tendrían los de Gomorra, y algún pecado nefando interesante cometerían también, habida cuenta de lo que les cayó encima cuando Yahvé les dio las suyas y las de un bombero. Y si lo del llamado vicio de sodomía lo tenemos más o menos claro – ‘Concúbito entre personas de un mismo sexo, o contra el orden natural’- y la Iglesia y la ciencia clasifican a sus entusiastas como ‘invertidos puros’, ‘pseudo invertidos’, ‘unisexuales dimorfos’ y ‘poli sexuales’, e incluso meten la masturbación en el ajo, la verdad es que me pica muchísimo la curiosidad saber en qué consistió el vicio de gomorría, y qué es lo que uno siente cuando gomorriza, o bien cuando lo gomorrizan a uno. O a una, porque lo mismo va y resulta que el de Gomorra era un pecado chachi, todoterreno, de esos que lo mismo valen para un cocido que para un estofado. Y nosotros aquí, monótonos y de piñón fijo, en la inopia.
Así que pueden considerar esto un manifiesto. En nombre de los marginados y los parias de la tierra, reivindico el nombre de Gomorra. El gomorrita posee, estoy seguro, mal que le pese a los ortodoxos y a la opresión bíblico-centralista de Sodoma, una conciencia nacional histórica, una mala fama personal e irrenunciable, sin duda un RH y una lengua propia –el gomorrés- que deben ser recuperados y puestos en claro con una campaña adecuada del tipo: Gomorra is different, o Gomorra, ven y alucina, o Gomorra: tan cerca y tan lejos. En estos tiempos en que hasta Sangonera la Verde pide representación propia en el parlamento europeo, ya es hora de que la nación gomorrita deje de ser compañero de viaje y don nadie de sodomitas ni de luceros del alba. Gomorra fue un hecho diferencial e histórico indiscutible. Y Lot, un listillo, un vendido y un cipayo.
29 de marzo de 1998
Esta introducción, o proemio, viene al hilo de un hecho bíblico: Cuando Yahvé, o sea, Dios, decide desencadenar su operación Tormenta del Desierto y bombardea las ciudades de la Pentápolis (Génesis XIX, 24), se pasa por la piedra de amolar y sin contemplaciones a Sodoma y Gomorra, entre otras, con el balance de sólo tres supervivientes y una estatua de sal. Lo hace, supongo recuerdan ustedes, porque tanto los sodomitas como los gomorritas habían incumplido los acuerdos en vigor, y no facilitaron la labor ni trataron bien – de hecho quisieron literalmente sodomizar (XIX, 4)- a los dos observadores internacionales que, con la cobertura diplomática de ángeles, viajaron allí para echarle un vistazo al putiferio.
Desde entonces, y a eso es a lo que voy, el nombre de Sodoma se hizo famoso, legendario, y los naturales de esa ciudad recibieron un trato de favor en la Historia y en la sociedad. Los sodomitas se hicieron inmortales. Su fama cruzó fronteras, llenó libros y bibliotecas, definió tipos sociales, motivó estudios, tratados, películas y demás. El diccionario Espasa, por ejemplo, entre pitos y flautas les dedica nueve páginas de pormenores en letra apretada, incluyendo un mapa del Mar Muerto con la localización geográfica exacta de la ciudad donde tanto hilo le dieron a la cometa. Y a ese nombre de tan ilustre y secular prosapia se han asociado sin reparo personajes extraordinarios como Alcibíades, Sócrates, Miguel Angel, Shakespeare, Safo, Oscar Wilde o García Lorca. De hecho, la presencia de sodomitas es hoy decisiva y numerosa en el mundo moderno de la cultura, la ciencia y la política. Incluso el término se hace extensivo a muchas actividades no directamente relacionadas con la cosa en sí. Por ejemplo –el Espasa también distingue entre activa y pasiva-, para definir la política exterior española respecto a Cuba y a la administración Clinton.
¿Y qué pasa con Gomorra?, pregunto. ¿Qué pasa con esa ciudad que, teniendo según la Biblia los mismos méritos que Sodoma, vio injustamente oscurecidos nombre y fama?... ¿Qué pasa con los gomorritas, tan marginados que su nombre no significa nada ni se utilizó nunca para maldita la cosa, hasta el punto de que el citado Espasa se limita a decir: ‘Gomorra: Véase Sodoma’?...Convendrán ustedes conmigo en que estamos ante un flagrante caso de ninguneo y ante una auténtica canallada histórica. Porque digo yo que algún derecho tendrían los de Gomorra, y algún pecado nefando interesante cometerían también, habida cuenta de lo que les cayó encima cuando Yahvé les dio las suyas y las de un bombero. Y si lo del llamado vicio de sodomía lo tenemos más o menos claro – ‘Concúbito entre personas de un mismo sexo, o contra el orden natural’- y la Iglesia y la ciencia clasifican a sus entusiastas como ‘invertidos puros’, ‘pseudo invertidos’, ‘unisexuales dimorfos’ y ‘poli sexuales’, e incluso meten la masturbación en el ajo, la verdad es que me pica muchísimo la curiosidad saber en qué consistió el vicio de gomorría, y qué es lo que uno siente cuando gomorriza, o bien cuando lo gomorrizan a uno. O a una, porque lo mismo va y resulta que el de Gomorra era un pecado chachi, todoterreno, de esos que lo mismo valen para un cocido que para un estofado. Y nosotros aquí, monótonos y de piñón fijo, en la inopia.
Así que pueden considerar esto un manifiesto. En nombre de los marginados y los parias de la tierra, reivindico el nombre de Gomorra. El gomorrita posee, estoy seguro, mal que le pese a los ortodoxos y a la opresión bíblico-centralista de Sodoma, una conciencia nacional histórica, una mala fama personal e irrenunciable, sin duda un RH y una lengua propia –el gomorrés- que deben ser recuperados y puestos en claro con una campaña adecuada del tipo: Gomorra is different, o Gomorra, ven y alucina, o Gomorra: tan cerca y tan lejos. En estos tiempos en que hasta Sangonera la Verde pide representación propia en el parlamento europeo, ya es hora de que la nación gomorrita deje de ser compañero de viaje y don nadie de sodomitas ni de luceros del alba. Gomorra fue un hecho diferencial e histórico indiscutible. Y Lot, un listillo, un vendido y un cipayo.
29 de marzo de 1998