Pues resulta que tengo delante una foto de prensa, con el ministro de Exteriores español de visita donde Ariel Sharon, en Jerusalén por más señas. Y lo chocante de la foto es que el titular de la noticia dice que Sharon niega a Josep Piqué las peticiones de la Unión Europea para que suavice la presión sobre Palestina. O sea, traducido del hebreo, que a Piqué y a la Europa que representa acaban de ponerlos mirando a Triana pero bien, en plan puedes meterte la mediación, chaval, donde te quepa. Y resulta que, en la foto, la cara del ministro europeo-español parece todo lo contrario, porque Sharon tiene cara de cabrón con pintas y mucha guasa, y el jefe de la diplomacia española está en plena carcajada, juas, juas, encantado, o eso parece, de estar allí ante los flashes para decir que Israel no le hace ni puto caso, qué risa Basilisa, este don Ariel que nos sale con que verdes las han segado y que Tsahal, o sea, sus tanques Merkava y compañía, van a seguir dándole a los infames y prepotentes terroristas palestinos -recordemos que todos los terrorismos son clavaditos unos a otros, según José María Aznar- hasta en el cielo de la boca durante todo el tiempo que les salga de los huevos. O más.
A lo mejor es porque todos los terrorismos son iguales por lo que Josep Piqué se ríe tanto en la foto. Porque si no lo fueran, si hubiera aunque fuese la más mínima diferencia entre un heroico gudari que pone coches bomba junto al Corte Inglés y un cobarde rastrero palestina que con unas granadas y un Kalashnikov va a suicidarse vilmente a un puesto militar israelí, o hubiera alguna diferencia entre un kaleborroka hasta arriba de cerveza que quema un cajero automático y un niño palestino de ocho años que, descalzo, la emprende a pedradas contra soldados armados con fusiles de asalto y balas de verdad, entonces el ministro español, u otro ministro de Exteriores o representante europeo cualquiera, en vez de reírse tanto en plan qué simpático es el gordo este, cagüendiela con el Arielito, qué grasia y qué arte tiene el jodío judío, estaría serio como un ciprés a la hora de hacerse la dichosa foto. Estaría, digo yo, con cara digna y de mala hostia, para que quede bien claro que al animal que tiene al lado se la traen floja las mediaciones y está dispuesto a seguir, desde su posición de fuerza, machacando impunemente a quienes la cobardía internacional, la complicidad de Estados Unidos y las risitas blandas de ministros y mediadores, entrega a diario, maniatados, a sus opresores y verdugos. Y que éstos, con Piqué y sin Piqué, con Europa o sin ella, seguirán pasándose por el ojete todas y cada una de las resoluciones de Naciones Unidas. Pero la verdad, no sé de qué me extraño. La risa del representante de la Unión Europea junto a Sharon me recuerda aquella otra risa que en circunstancias parecidas le salía a mi mediador favorito, Javier Solana, entonces también ministro de Exteriores español, y luego secretario general de la OTAN -no sé qué carajo será ahora mi primo, pero seguro que sigue siendo algo-, cuando se fotografiaba junto a Milosevic, Karadzic y sus generales chetniks, al principio de la guerra de Yugoslavia, con lo de Croacia y Bosnia y todo aquello de lo que ya casi nadie se acuerda. También entonces, mientras las tropas serbias saqueaban y asesinaban, y Sarajevo era un matadero, y los únicos que lo denunciaban eran los reporteros que allí trabajaban y morían, Javier Solana se rió un huevo y parte del otro estrechando la mano a todos aquellos cerdos carniceros. Y mientras sus correveidiles del Ministerio español de Asuntos Exteriores pedían a los responsables de TVE que presionaran a sus reporteros para que no entorpecieran el compadreo y fuesen objetivos y equidistantes entre las mujeres violadas y quienes les cortaban el cuello, el ministro Solana multiplicaba conferencias de prensa para decir, siempre con bonitos plurales, estamos en ello, tenemos perspectivas, llevamos la negociación por buen camino, tenemos que escuchar a las partes. Todo con mucho apretón de manos y mucho pasar la mano por el lomo y muchas fotos tronchándose de risa, ji, ji, en vez de poner los cojones de Europa sobre la mesa y parar los pies a todos aquellos psicópatas asesinos que, envalentonados, aún iban a seguir varios años metiendo las manos en el barreño de vísceras, hasta los codos. Así estuvo la miserable Europa, mareando la perdiz hasta que se desbordó el río de sangre y Estados Unidos tomó cartas en el asunto. Pero con lo de Israel y Palestina, y sobre todo después del 11 de septiembre y Afganistán y toda la parafernalia, Estados Unidos lo tiene clarísimo, y a Sharon y a quienes a lo votaron se los ve encantados de la vida: Osama Ben Laden es su milagro de Lourdes particular. Así que a la diplomacia europeo-española no le queda otra, como de costumbre, que llevar el botijo y reír los chistes cuando se hace fotos con los hijos de puta.
3 de febrero de 2002
A lo mejor es porque todos los terrorismos son iguales por lo que Josep Piqué se ríe tanto en la foto. Porque si no lo fueran, si hubiera aunque fuese la más mínima diferencia entre un heroico gudari que pone coches bomba junto al Corte Inglés y un cobarde rastrero palestina que con unas granadas y un Kalashnikov va a suicidarse vilmente a un puesto militar israelí, o hubiera alguna diferencia entre un kaleborroka hasta arriba de cerveza que quema un cajero automático y un niño palestino de ocho años que, descalzo, la emprende a pedradas contra soldados armados con fusiles de asalto y balas de verdad, entonces el ministro español, u otro ministro de Exteriores o representante europeo cualquiera, en vez de reírse tanto en plan qué simpático es el gordo este, cagüendiela con el Arielito, qué grasia y qué arte tiene el jodío judío, estaría serio como un ciprés a la hora de hacerse la dichosa foto. Estaría, digo yo, con cara digna y de mala hostia, para que quede bien claro que al animal que tiene al lado se la traen floja las mediaciones y está dispuesto a seguir, desde su posición de fuerza, machacando impunemente a quienes la cobardía internacional, la complicidad de Estados Unidos y las risitas blandas de ministros y mediadores, entrega a diario, maniatados, a sus opresores y verdugos. Y que éstos, con Piqué y sin Piqué, con Europa o sin ella, seguirán pasándose por el ojete todas y cada una de las resoluciones de Naciones Unidas. Pero la verdad, no sé de qué me extraño. La risa del representante de la Unión Europea junto a Sharon me recuerda aquella otra risa que en circunstancias parecidas le salía a mi mediador favorito, Javier Solana, entonces también ministro de Exteriores español, y luego secretario general de la OTAN -no sé qué carajo será ahora mi primo, pero seguro que sigue siendo algo-, cuando se fotografiaba junto a Milosevic, Karadzic y sus generales chetniks, al principio de la guerra de Yugoslavia, con lo de Croacia y Bosnia y todo aquello de lo que ya casi nadie se acuerda. También entonces, mientras las tropas serbias saqueaban y asesinaban, y Sarajevo era un matadero, y los únicos que lo denunciaban eran los reporteros que allí trabajaban y morían, Javier Solana se rió un huevo y parte del otro estrechando la mano a todos aquellos cerdos carniceros. Y mientras sus correveidiles del Ministerio español de Asuntos Exteriores pedían a los responsables de TVE que presionaran a sus reporteros para que no entorpecieran el compadreo y fuesen objetivos y equidistantes entre las mujeres violadas y quienes les cortaban el cuello, el ministro Solana multiplicaba conferencias de prensa para decir, siempre con bonitos plurales, estamos en ello, tenemos perspectivas, llevamos la negociación por buen camino, tenemos que escuchar a las partes. Todo con mucho apretón de manos y mucho pasar la mano por el lomo y muchas fotos tronchándose de risa, ji, ji, en vez de poner los cojones de Europa sobre la mesa y parar los pies a todos aquellos psicópatas asesinos que, envalentonados, aún iban a seguir varios años metiendo las manos en el barreño de vísceras, hasta los codos. Así estuvo la miserable Europa, mareando la perdiz hasta que se desbordó el río de sangre y Estados Unidos tomó cartas en el asunto. Pero con lo de Israel y Palestina, y sobre todo después del 11 de septiembre y Afganistán y toda la parafernalia, Estados Unidos lo tiene clarísimo, y a Sharon y a quienes a lo votaron se los ve encantados de la vida: Osama Ben Laden es su milagro de Lourdes particular. Así que a la diplomacia europeo-española no le queda otra, como de costumbre, que llevar el botijo y reír los chistes cuando se hace fotos con los hijos de puta.
3 de febrero de 2002