Lo confieso. Soy un chulo y un prepotente. Acabo de comprenderlo tras la publicación de aquel artículo sobre las artistas y los artistos donde le contaba a mi colega el perro inglés los pormenores de la presentación de un nuevo elepé, o cedé, o como carajo se diga ahora, choteándome de cierta música con mensaje guais del Paraguais, y del compromiso de algunos jóvenes artistas con los valores de las personas humanas y jurídicas. Tras publicarse aquello, un conocido, ejecutivo de discográfica potente, me echó en cara mis prejuicios. Eres un carca, dijo. A ver si te crees que sólo decían cosas Brassens y Brel y Paco Ibáñez, tío. O Serrat y Sabina. Lo que pasa es que los tiempos cambian, y no te enteras. Los de tu generación estáis para echaros a los tigres. Cabrón.
Confieso que me hizo pensar. Lo mismo tiene razón este hijoputa, reflexioné. Así que, dispuesto a salvarme de los tigres a toda costa, me abalancé sobre el Canal Music Channel, o como se llame, y me calcé diez horas de puesta al día. Por fin vi la luz. Y me la envaino: la música actual es tan comprometida como la de antes. O más. Me di cuenta, sobre todo, con una canción comprometidísima de una torda jovencita que no me acuerdo ahora cómo se llama, pero que arrasa. Sin duda porque su último éxito tiene, y ahí me duele, una enjundia de la leche. Fíjense, si no, como empieza: Fin de semana, por fin / hoy es viernes, voy a salir. / ¡¡A ponerme ciega!! / Cojo el coche, cruzo Madrid / mientras todos luchan por mí / ¡¡yo me haré la sueca!!... Y reconozcan, como yo lo hago, que ahí arranca ya todo un programa vital, filosófico, apoyado sobre todo en los conceptos ciega y sueca. Que te dejan así, como meditando. Absorto.
Prosigue la letra: En mi buzón mil mensajes nuevos / tengo un plan genial / y subiré a tocar el cielo / ¡¡Y no voy a parar!!... Espero que adviertan el toque juvenil, fresco, de los mil mensajes del buzón y lo del plan genial, pues ambos elementos son claves para apreciar lo que sigue: No quiero irme a dormir / ahora no me muevo de aquí / pues estoy de miedo. / Roces, manos que van más allá de lo que es legal / bajan al infierno... Aparte la extraordinaria rima –lo de estoy de miedo y lo de bajar al infierno son hallazgos sutiles–, todo eso prepara magistralmente lo que viene después: Sexo y alcohol laten en el aire / y en el esternón / qué subidón / ya no hay quién me pare / ¡¡Menudo colocón!!... Admito, llegados a este punto, que esternón junto a subidón y colocón constituye una rima algo arriesgada en lo conceptual. Pero los jóvenes son jóvenes, qué diablos. También Quevedo se arriesgaba, y está en los libros de texto. O por lo menos estuvo hasta que Maravall, Marchesi y Solana decidieron hacer más operativa y actual, con la Logse, la cultura de la niña.
Pero sigamos, que mola un mazo: ¡¡Me voy de fiesta!! / Cargada de copas / casi sin ropa / voy a triunfar. / ¡¡Me voy de fiesta!! / Espérame fuera, quizá yo te suba algo más... Y oigan. Aparte del legítimo afán de triunfo que expresa la chavala, lo último constituye un hallazgo en materia de doble sentido. No sé si ustedes captan el intríngulis. Subidón, ya se sabe. Copichuelas, algún productillo complementario, tal vez. Y la antedicha dispuesta a colaborar, voluntariosa, en la subida o subidón del receptor, presumiblemente varón y en buena forma física. Todo un programa.
Pero el mensaje de verdad, el culmen del texto, es el final. Que dice: Ya sale el sol / mi Amedio y yo / Marco en el ascensor. / Dale al botón / no quiero bajón. Como ven, aparte su intertextualidad con la referencia culta al mono Amedio, el ritmo se vuelve ahora rápido, acelerando a medida que el subidón y el esternón campan a su aire, con esas rimas tras cuyo parto intelectual, la chica, que por lo visto compone sus propias murgas, debió de quedar exhausta. Y fíjense, sobre todo, en el ingenioso doble sentido de darle al botón para que no haya bajón. Porque si uno le da al botón para subir, los ascensores suben. Subir un ascensor es lo contrario de bajar. Y bajar puede asociarse con bajón. ¿Comprenden?. Por eso digo que hay doble sentido. Además, la cantautora es coherente. Sería contradictorio y falto de chicha que, después de salir el viernes a ponerse ciega con mil mensajes en el buzón y el hueso esternón latiéndole a toda hostia con el subidón, al final la pava terminara la noche con un bajón. En tal caso, el mensaje de la canción se iría a tomar por saco. Sí.
26 de octubre de 2003
Confieso que me hizo pensar. Lo mismo tiene razón este hijoputa, reflexioné. Así que, dispuesto a salvarme de los tigres a toda costa, me abalancé sobre el Canal Music Channel, o como se llame, y me calcé diez horas de puesta al día. Por fin vi la luz. Y me la envaino: la música actual es tan comprometida como la de antes. O más. Me di cuenta, sobre todo, con una canción comprometidísima de una torda jovencita que no me acuerdo ahora cómo se llama, pero que arrasa. Sin duda porque su último éxito tiene, y ahí me duele, una enjundia de la leche. Fíjense, si no, como empieza: Fin de semana, por fin / hoy es viernes, voy a salir. / ¡¡A ponerme ciega!! / Cojo el coche, cruzo Madrid / mientras todos luchan por mí / ¡¡yo me haré la sueca!!... Y reconozcan, como yo lo hago, que ahí arranca ya todo un programa vital, filosófico, apoyado sobre todo en los conceptos ciega y sueca. Que te dejan así, como meditando. Absorto.
Prosigue la letra: En mi buzón mil mensajes nuevos / tengo un plan genial / y subiré a tocar el cielo / ¡¡Y no voy a parar!!... Espero que adviertan el toque juvenil, fresco, de los mil mensajes del buzón y lo del plan genial, pues ambos elementos son claves para apreciar lo que sigue: No quiero irme a dormir / ahora no me muevo de aquí / pues estoy de miedo. / Roces, manos que van más allá de lo que es legal / bajan al infierno... Aparte la extraordinaria rima –lo de estoy de miedo y lo de bajar al infierno son hallazgos sutiles–, todo eso prepara magistralmente lo que viene después: Sexo y alcohol laten en el aire / y en el esternón / qué subidón / ya no hay quién me pare / ¡¡Menudo colocón!!... Admito, llegados a este punto, que esternón junto a subidón y colocón constituye una rima algo arriesgada en lo conceptual. Pero los jóvenes son jóvenes, qué diablos. También Quevedo se arriesgaba, y está en los libros de texto. O por lo menos estuvo hasta que Maravall, Marchesi y Solana decidieron hacer más operativa y actual, con la Logse, la cultura de la niña.
Pero sigamos, que mola un mazo: ¡¡Me voy de fiesta!! / Cargada de copas / casi sin ropa / voy a triunfar. / ¡¡Me voy de fiesta!! / Espérame fuera, quizá yo te suba algo más... Y oigan. Aparte del legítimo afán de triunfo que expresa la chavala, lo último constituye un hallazgo en materia de doble sentido. No sé si ustedes captan el intríngulis. Subidón, ya se sabe. Copichuelas, algún productillo complementario, tal vez. Y la antedicha dispuesta a colaborar, voluntariosa, en la subida o subidón del receptor, presumiblemente varón y en buena forma física. Todo un programa.
Pero el mensaje de verdad, el culmen del texto, es el final. Que dice: Ya sale el sol / mi Amedio y yo / Marco en el ascensor. / Dale al botón / no quiero bajón. Como ven, aparte su intertextualidad con la referencia culta al mono Amedio, el ritmo se vuelve ahora rápido, acelerando a medida que el subidón y el esternón campan a su aire, con esas rimas tras cuyo parto intelectual, la chica, que por lo visto compone sus propias murgas, debió de quedar exhausta. Y fíjense, sobre todo, en el ingenioso doble sentido de darle al botón para que no haya bajón. Porque si uno le da al botón para subir, los ascensores suben. Subir un ascensor es lo contrario de bajar. Y bajar puede asociarse con bajón. ¿Comprenden?. Por eso digo que hay doble sentido. Además, la cantautora es coherente. Sería contradictorio y falto de chicha que, después de salir el viernes a ponerse ciega con mil mensajes en el buzón y el hueso esternón latiéndole a toda hostia con el subidón, al final la pava terminara la noche con un bajón. En tal caso, el mensaje de la canción se iría a tomar por saco. Sí.
26 de octubre de 2003