A ciertas revistas de las llamadas juveniles, dedicadas sobre todo a chicas quinceañeras, les ha dado un toque de atención la autoridad competente, o sea, el Defensor del Menor, indicándoles que ya está bien de introducir en sus páginas pornografía encubierta para menores. Eso me parece de perlas, sobre todo a ver si terminan ya esas secciones en plan te invitamos a contarnos tu experiencia, cuéntanos tú misma cómo fue, etcétera, donde, entre una entrevista con Keanu Reeves y un reportaje sobre el tipo de bragas que hay que usar para parecerse a las Spice Girls, una supuesta Mariloli, o Vanesa, o como se llame, va y te cuenta con profusión de afotos cómo hay que hacérselo con el novio para que se quede tope guay y no te la pegue con tu mejor amiga; o cómo aquel día inolvidable Elisabet se enrolló con el chico que le gustaba, y éste, con mucha delicadeza y ternura aunque también era su primera vez, la hizo sentir un orgasmo de flipe. Sin olvidar, por supuesto, el preservativo que toda chica moderna y madura debe llevar en el bolso cuando sale de marcha un sábado por la noche.
A mí, francamente, eso de que no metan carnaza de contrabando en revistas que son leídas por menores me parece muy bien; sobre todo porque nadie cuenta que quienes escriben esas espontáneas confesiones y consejos entre coleguillas no suelen ser precisamente jovencitos, sino curtidos periodistos/as cuarentones que se ganan el jornal como pueden, y que lo mismo narran la primera experiencia sexual de Toñi con su maromo que te aconsejan sobre la manera de ligarte al chico que te gusta de la pandilla o el modo de conseguir que Nick, de los Backstreet Boys, te firme un autógrafo en una teta y alucines mogollón, tronca. Y a eso último es a lo que voy. Porque resulta que, orgasmos aparte, ese tipo de revistas contiene otra pornografía mucho más inmoral y abyecta; pero ésa no parece importarles tanto a quienes ponen el grito en el cielo ante la explicitez -o como cono se diga- del intercambio carnal.
A mí, la verdad, me parece mucho más grave que una revista para niñas entre los trece y los diecipocos años sugiera imitar a la fabulosa Geri, de las Spice, por su simpatía, su estilo sencillo y su ropa deportiva, o proponga realizar el sueño de tu vida ganando un concurso cuyo premio es pasar un día junto a Mark Owen, o te diga las marcas de ropa imprescindibles si quieres ser modelo, o te invite a compartir las profundas inquietudes culturales de No Doubt, o te cuente lo que según Damon, de los Blur, deberían hacer las chicas españolas para resultar más atractivas, o que un pretendido reportaje suministre consejos para engañar a tus padres y vestirte con ropa sexy en casa de una amiga antes de ir de copas, o te dé superideas fabulosas para que ese chico tímido se arranque de una vez, o para cortar con él e irte con su mejor amigo sin herirlo demasiado, etcétera. Y, bueno. Qué quieren que les diga. Todo eso me parece, aparte de una sarta de estupideces, una canallada como la copa de un pino.
Vayan y échenles un vistazo detenido a cualquiera de esas revistas que tienen sus hijas sobre la mesilla de noche, y verán cómo más de un progenitor se rila por la pata abajo. Sin ir más lejos, la revista para jovencitas más cara y considerada líder de sector entre las niñas pijas -revista cuyo nombre no cito aquí porque no me da la gana-, tenía estos titulares en su número de abril: Sexo. Ir o no ir al huerto (ellas te lo cuentan). Blur... están que se salen. Superideas para cambiar de look. Buscamos la modelo para chica de portada. Especial Spice Girls. Vístete igual; te transformamos en una de ellas. Y la guinda: Todo lo que tienes que hacer antes de los 20 (pillarte un cogorzón, pirarte de casa, fumar un cigarrillo, hacer pellas, copiar, enamorarte, engañarle, enrollarte con un tío que no te gusta, estar toda una noche de marcha, etcétera, etcétera)... ¿Cómo lo ven? Personalmente, y con ese panorama, me parece una descomunal chorrada que al Defensor del Menor y a las asociaciones de papis y al sursumcorda les preocupe más lo otro, o sea, que les digan a las chicas cómo conseguir un orgasmo con sus deditos cuando el mozo no sabe, no contesta. Porque hay cosas mucho más inmorales que el sexo. Y puestos a elegir, menos debe preocupar que la hija de uno se lo pase bien en la cama que verla convertirse en una perfecta gilipollas.
25 de mayo de 1997
A mí, francamente, eso de que no metan carnaza de contrabando en revistas que son leídas por menores me parece muy bien; sobre todo porque nadie cuenta que quienes escriben esas espontáneas confesiones y consejos entre coleguillas no suelen ser precisamente jovencitos, sino curtidos periodistos/as cuarentones que se ganan el jornal como pueden, y que lo mismo narran la primera experiencia sexual de Toñi con su maromo que te aconsejan sobre la manera de ligarte al chico que te gusta de la pandilla o el modo de conseguir que Nick, de los Backstreet Boys, te firme un autógrafo en una teta y alucines mogollón, tronca. Y a eso último es a lo que voy. Porque resulta que, orgasmos aparte, ese tipo de revistas contiene otra pornografía mucho más inmoral y abyecta; pero ésa no parece importarles tanto a quienes ponen el grito en el cielo ante la explicitez -o como cono se diga- del intercambio carnal.
A mí, la verdad, me parece mucho más grave que una revista para niñas entre los trece y los diecipocos años sugiera imitar a la fabulosa Geri, de las Spice, por su simpatía, su estilo sencillo y su ropa deportiva, o proponga realizar el sueño de tu vida ganando un concurso cuyo premio es pasar un día junto a Mark Owen, o te diga las marcas de ropa imprescindibles si quieres ser modelo, o te invite a compartir las profundas inquietudes culturales de No Doubt, o te cuente lo que según Damon, de los Blur, deberían hacer las chicas españolas para resultar más atractivas, o que un pretendido reportaje suministre consejos para engañar a tus padres y vestirte con ropa sexy en casa de una amiga antes de ir de copas, o te dé superideas fabulosas para que ese chico tímido se arranque de una vez, o para cortar con él e irte con su mejor amigo sin herirlo demasiado, etcétera. Y, bueno. Qué quieren que les diga. Todo eso me parece, aparte de una sarta de estupideces, una canallada como la copa de un pino.
Vayan y échenles un vistazo detenido a cualquiera de esas revistas que tienen sus hijas sobre la mesilla de noche, y verán cómo más de un progenitor se rila por la pata abajo. Sin ir más lejos, la revista para jovencitas más cara y considerada líder de sector entre las niñas pijas -revista cuyo nombre no cito aquí porque no me da la gana-, tenía estos titulares en su número de abril: Sexo. Ir o no ir al huerto (ellas te lo cuentan). Blur... están que se salen. Superideas para cambiar de look. Buscamos la modelo para chica de portada. Especial Spice Girls. Vístete igual; te transformamos en una de ellas. Y la guinda: Todo lo que tienes que hacer antes de los 20 (pillarte un cogorzón, pirarte de casa, fumar un cigarrillo, hacer pellas, copiar, enamorarte, engañarle, enrollarte con un tío que no te gusta, estar toda una noche de marcha, etcétera, etcétera)... ¿Cómo lo ven? Personalmente, y con ese panorama, me parece una descomunal chorrada que al Defensor del Menor y a las asociaciones de papis y al sursumcorda les preocupe más lo otro, o sea, que les digan a las chicas cómo conseguir un orgasmo con sus deditos cuando el mozo no sabe, no contesta. Porque hay cosas mucho más inmorales que el sexo. Y puestos a elegir, menos debe preocupar que la hija de uno se lo pase bien en la cama que verla convertirse en una perfecta gilipollas.
25 de mayo de 1997