Estamos al otro lado del mundo en un simple barco de madera, pero este barco es un trozo de nuestra patria. Hoy vamos a luchar por nuestra patria»… Hace falta tener muchos huevos y pocos complejos históricos, o sea, hay que ser británico –australiano en este caso, como el director Peter Weir– para meter esa frase en una película, a estas alturas de la feria, y que encaje con perfecta naturalidad. O sea, que uno ve Master and commander, la extraordinaria versión cinematográfica de las novelas navales de Patrick O’Brian con las aventuras del capitán Jack Aubrey y su amigo el doctor Maturin, y a la satisfacción de ver la que sin duda es la mejor película marinera desde Moby Dick, une la admiración por el modo en que los anglosajones, es decir, los perros ingleses y sus derivados, son capaces de abordar narrativamente su memoria histórica, mantenerla viva y fresca, y convertirla, además, en un relato apasionante que te agarra por el pescuezo.
Les juro a ustedes por mis muertos que hacía mucho tiempo que el cine no me deparaba dos horas de felicidad tan absoluta. He disfrutado como un gorrino en un maizal. Si para un espectador normal, de infantería, la película es una magnífica historia de aventuras navales, para los que pertenecemos a la cofradía de lectores de las novelas de Patrick O’Brian –de quien, por cierto, acaba de publicarse aquí la última de las veinte que componen la serie, Azul en la mesana–, la película interpretada por Russell Crowe, clavado en el papel de capitán Aubrey, es, amén de perfecto estudio psicológico de personajes, una delicia técnica. Y no sólo por las impresionantes secuencias de temporales y batallas, con las astillas volando por cubierta y los palos desplomándose entre el humo y los cañonazos, sino también, y sobre todo, por la exquisita fidelidad de los detalles náuticos: armas, utensilios marineros, cabuyería, manejo de las velas y la jarcia de labor, indumentaria, tatuajes, cicatrices, suciedad de la vida a bordo. Con el lujo extra de que, para la correcta traducción de las palabras marineras en el doblaje –eterno punto flaco del cine del mar–, los distribuidores españoles recurrieron a Miguel Antón, traductor de las últimas novelas de O’Brian: un joven catalán especialista en terminología naval de finales del XVIII. Que, oigan, está feo que yo lo diga, porque Miguel es amigo mío, pero el cabrón lo borda.
Sin embargo, aparte el exquisito cuidado de esos detalles, lo que se impone viendo Master and commander –mi único disgusto es que no hayan utilizado el título español: Capitán de mar y guerra– es el inmenso placer que a cualquier lector de O’Brian le produce ver navegar y combatir, en imágenes de extraordinaria belleza, a la embarcación en la que tanto ha navegado página tras página: la fragata de 28 cañones Surprise, ese barco mítico cuyo nombre ocupa lugar de honor junto al Pequod, La Hispaniola, el Patna y otros barcos literarios, insumergibles en nuestro recuerdo. Barcos a los que, por cierto, el gallego Alberto Fortes –tomen nota los apasionados del mar– acaba de dedicar un libro bello y melancólico llamado Memorial de a bordo.
Luego, claro, uno se entera de que el rodaje de la película costó ciento cuarenta millones de dólares y que tuvo el asesoramiento entusiasta del Almirantazgo británico, desde pormenores de construcción naval, artillería y maniobra hasta fórmulas matemáticas para determinar el tamaño de un ancla. Y claro. Resulta inevitable comparar. ¿Imaginan aquí? ¿Se hacen a la idea de un guión con un diálogo como el que abre este artículo sobre la mesa de un ministro o un político?… En este país de gilipollas, donde no es precisamente asunto histórico lo que falta para el cine, todo cristo se la habría cogido con papel de fumar, no fuera que se ofendiese tal o cual autonomía, o se trataran cosas irritantes para éste o para aquél. Cuidadín. Aquí, cualquier cosa que tenga que ver con la palabra España queda descartada por conflictiva, y a lo más que llegamos es a las películas caspa de Vicente Aranda, con unos cuantos imbéciles calificando Juana la loca o Carmen de obras maestras. Que tiene pelotas. A eso añádanle el compadreo y la poca vergüenza. No quiero imaginar lo que pasaría si en España se destinaran ciento cuarenta kilos de mortadelos a una película. Dos de cada tres productores se embolsarían ciento veinte, y con el resto harían una puñetera mierda.
7 de diciembre de 2003
Les juro a ustedes por mis muertos que hacía mucho tiempo que el cine no me deparaba dos horas de felicidad tan absoluta. He disfrutado como un gorrino en un maizal. Si para un espectador normal, de infantería, la película es una magnífica historia de aventuras navales, para los que pertenecemos a la cofradía de lectores de las novelas de Patrick O’Brian –de quien, por cierto, acaba de publicarse aquí la última de las veinte que componen la serie, Azul en la mesana–, la película interpretada por Russell Crowe, clavado en el papel de capitán Aubrey, es, amén de perfecto estudio psicológico de personajes, una delicia técnica. Y no sólo por las impresionantes secuencias de temporales y batallas, con las astillas volando por cubierta y los palos desplomándose entre el humo y los cañonazos, sino también, y sobre todo, por la exquisita fidelidad de los detalles náuticos: armas, utensilios marineros, cabuyería, manejo de las velas y la jarcia de labor, indumentaria, tatuajes, cicatrices, suciedad de la vida a bordo. Con el lujo extra de que, para la correcta traducción de las palabras marineras en el doblaje –eterno punto flaco del cine del mar–, los distribuidores españoles recurrieron a Miguel Antón, traductor de las últimas novelas de O’Brian: un joven catalán especialista en terminología naval de finales del XVIII. Que, oigan, está feo que yo lo diga, porque Miguel es amigo mío, pero el cabrón lo borda.
Sin embargo, aparte el exquisito cuidado de esos detalles, lo que se impone viendo Master and commander –mi único disgusto es que no hayan utilizado el título español: Capitán de mar y guerra– es el inmenso placer que a cualquier lector de O’Brian le produce ver navegar y combatir, en imágenes de extraordinaria belleza, a la embarcación en la que tanto ha navegado página tras página: la fragata de 28 cañones Surprise, ese barco mítico cuyo nombre ocupa lugar de honor junto al Pequod, La Hispaniola, el Patna y otros barcos literarios, insumergibles en nuestro recuerdo. Barcos a los que, por cierto, el gallego Alberto Fortes –tomen nota los apasionados del mar– acaba de dedicar un libro bello y melancólico llamado Memorial de a bordo.
Luego, claro, uno se entera de que el rodaje de la película costó ciento cuarenta millones de dólares y que tuvo el asesoramiento entusiasta del Almirantazgo británico, desde pormenores de construcción naval, artillería y maniobra hasta fórmulas matemáticas para determinar el tamaño de un ancla. Y claro. Resulta inevitable comparar. ¿Imaginan aquí? ¿Se hacen a la idea de un guión con un diálogo como el que abre este artículo sobre la mesa de un ministro o un político?… En este país de gilipollas, donde no es precisamente asunto histórico lo que falta para el cine, todo cristo se la habría cogido con papel de fumar, no fuera que se ofendiese tal o cual autonomía, o se trataran cosas irritantes para éste o para aquél. Cuidadín. Aquí, cualquier cosa que tenga que ver con la palabra España queda descartada por conflictiva, y a lo más que llegamos es a las películas caspa de Vicente Aranda, con unos cuantos imbéciles calificando Juana la loca o Carmen de obras maestras. Que tiene pelotas. A eso añádanle el compadreo y la poca vergüenza. No quiero imaginar lo que pasaría si en España se destinaran ciento cuarenta kilos de mortadelos a una película. Dos de cada tres productores se embolsarían ciento veinte, y con el resto harían una puñetera mierda.
7 de diciembre de 2003
12 comentarios:
Una gran película, si señor. Lástima de la escena del tripulante que cae al mar cerca de Hornos. En la realidad y con esa mar gruesa, uno deja de ver la cabeza del hombre al agua en 10 segundos o menos... Por lo demás, una magnífica película
http://www.navegar-es-preciso.com/
Recuerdo comentarios sobre la supuesta misoginia de esta película por no aparecer en ella mujer alguno. Vergüenza es lo único que se puede sentir ante la valiente ignorancia de algunos supuestos "cinéfilos" que se creen más multiculturales y más tolerantes por aplaudir todo lo que hace Almodovar.
Acabo de volver a ver la pelicula....impresionante...¿se imaginan sustituir las veces que dicen "Inglaterra" por "España"?....puff, no me lo imagino..claro que se alzarian voces. Somos pateticos.
Si a uno le dicen que el agua es saludable y necesaria, no tiene ninguna duda de que lo es porque lo experimenta. Te bebes 4 vasos repartidos en todo el día y te sienta genial. Ahora bien, si unos cuantos hijos de puta -so pretexto de que el agua es sanísima y saludable- te meten un puto embudo por la boca, te arrojan un bidón entero de agua por él y te la hacen tragar hasta atragantarte... la verdad es que empiezas a odiar la puta agua de los cojones. Pues esto es España para mí y obviamente, bajo ese contexto la palabra "España" a me da asco y la evito tanto como puedo.
Pero con el tiempo he reflexionado sobre el tema llamado "España" y estoy de acuerdo de que no es un problema geográfico peninsular y de sus islas, de este territorio al sureste de Europa, ni de su cultura, sus gentes, historia incluso del término "patria" para definirla como mía (si fuera el caso)... el problema es de quienes manejan el bidón y el embudo. Es eso lo que tiene de conflictiva España y nada más.
España no tiene la culpa de nada, la tienen, efectivamente los hijos de puta que manejan la barca. Las asociaciones para delinquir que dicen que son los que tienen que gobernar y decidir el futuro de la pobre españa, a mi no me da asco España, me dan asco y me hacen vomitar determinados especímenes que tendrían que estar picando piedras en los Monegros y no robando y puteando al personal como lo están haciendo. España me dá "pena". Pero los que lo llevamos claro somos los que aguantamos y callamos.
Por desgracia, no sé hasta qué punto los que llevan la barca difieren de lo que se supone que son: nuestros representantes...
Estoy completamente de acuerdo con su artículo sobre la película, y el cual de hecho está a la altura de la misma en su dimensión, señor Reverte. Y sé que probablemente esto último sea también para usted lo mejor que puedo decir sobre esas líneas.
Gracias por recordárnoslo a los que disfrutamos de él en papel casi a la vez que de aquel ansiado estreno filmográfico entre la maresía de fuego y añoranza.
Por desgracia, no sé hasta qué punto los que llevan la barca difieren de lo que se supone que son: nuestros representantes...
Estoy completamente de acuerdo con su artículo sobre la película, y el cual de hecho está a la altura de la misma en su dimensión, señor Reverte. Y sé que probablemente esto último sea también para usted lo mejor que puedo decir sobre esas líneas.
Gracias por recordárnoslo a los que disfrutamos de él en papel casi a la vez que de aquel ansiado estreno filmográfico entre la maresía de fuego y añoranza.
Acabo de leer el día que España Derroto a Inglaterra de Pablo Victoria y es una delicia de historia real nunca contada en Hollywood , claro. En el libro se descubre que Blas de Lezo tuvo que librar dos batallas: Contra el Virrey Eslava que me recuerda al tipico politico arrogante y no soporta a los que le llevan la contraria, vaya como ahora, y Contra Vernon almirante ingles al que vapuleo pese al virrey. cada vez que descubro elementos no contados de la historia de España me enganCho más a ella y por ello debemos rememorar todos los que somos sensibles a conocerla tanto en los éxitos como en los fracasos.Felicidades por tu artículo.
Fantástica película, Aubrey y Maturin clavados, Killick soberbio, me encanta la frase del piloto cuando dice "...eso es pericia marinera..." al situar la Surprise a la popa del corsario francés; sólo me chirria Barret Bonden, para mi uno de los mejores personajes de O'Brien. No sé si porque el actor hizo de hobbit en el Señor de los Anillos o porque se olvidaron de su fantástica coleta.... Es posible que hicieran la película despues del desgraciado combate de boxeo, tch!. Reverte, ¿para cuando una novela marinera? de corsarios españoles, por favor, que algunos se creen que los únicos corsarios eran ingleses !!!!
Anonimo del 8 de septiembre. ¿Hablas en serio? No conoces la novela "El asedio" de Reverte? Corsario sale uno...
¿Para cuando una película naval sobre Lepanto con la calidad técnica de Master and Commander? Si la gesta hubiera sido americana seguro que Hollywood habría hecho decenas de películas sobre el tema y Don Juan de Austria sería un héroe nacional
Increíble puesta en escena, increíble banda sonora, increíbles los actores y la producción de esta película, Master and Commander, pero no estoy de acuerdo con Pérez Reverte, en qué es una película sobresaliente, porque el Guión tiene fallos y el relato es una mezcolanza de diferentes libros de Patrick O'Brian. Si se subieran esmerado en hacer, por ejemplo el primer libro completo les hubiera quedado una obra perfecta, sin fisuras, pero para mí el resultado final queda inarticulado y en ciertos momentos inconexo, aparte que me hubiera gustado que hubieran rodado más películas de esa misma serie y de esta manera es imposible.
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