domingo, 4 de junio de 2000

Manual de la perfecta zorra II


Recordarás, querida chocholoco, mis consejos desinteresados de la semana pasada, sobre cómo triunfar en el difícil mundo de las top models de cercanías, tan animado y abundante en España. Quedamos en que tienes facultades y preparación, amén de ser un poco tonta del culo, y lo bastante analfabeta para mantener el tipo cuando los periodistas especializados —que por suerte no siempre gozan de una densidad intelectual superior a la tuya—, te hagan preguntas de doble sentido que tú responderás con sincero candor en sólo uno, apuntando que lo tuyo con Carlos Orellana o con Rafi Camino, por ejemplo, fue una amistad muy limpia y muy bonita. En ese contexto, hoy voy a darte alguna pista más para que de aquí a nada conozcas la fama y la gloria, y en los premios Capullo 2001, patrocinados por el mercachifle de turno, puedas desfilar de top model a tope, y luego entregarle a David Flores el título de Español Universal del Milenio, amadrinada por Carmen Ordóñez, a quien para entonces ya podrás llamar Carmina. Y con suerte —en la vida casi todo es cuestión de colocar la vagina justa en el lugar y momento adecuado— a lo mejor hasta te codeas con Isabel Preysler, que ya es el tope fashion, o con Carmen Martínez-Bordiú; siempre y cuando, tratándose de estas últimas, el acto tenga la base intelectual idónea, a su nivel, y alguien haya soltado muchísima pasta. Partimos de la base, petisuis de mis mollejas, que ya conseguiste, gracias a lo de la semana pasada, dar el primer paso en tu carrera, y la revista guarrindonga No me Digas ha comunicado al mundo que el martes compartiste habitación de hotel con un futbolista famoso por haber sido ex novio de una sedicente modelo famosa que a su vez, cuando no la conocía nadie, fue desecho de tienta del hijo o del padre de alguien relacionado —es un suponer— con el indiscutible famoso Pajares. Si has sido lo bastante lista para repartir el número de tu teléfono móvil un poco por acá y por acullá, a estas alturas tendrás por lo menos un mánager para guiarte por el proceloso mar de la vida pública, dándote un porcentaje de lo que él trinque porque tú vayas a la tele o a una revista de gran tirada, a largar por esa boca pecadora. Para entonces, prenda, ya te habrás siliconado de modo conveniente la antedicha boca y el torso, si es que procede; trámite barato si tienes la habilidad de trincar entre Pinto y Valdemoro a un cirujano plástico. Así, la confesión pública podrá oscilar entre el apasionante tema de si te has operado las tetas —cosa que negarás siempre—, y el no menos apasionante de que si Jesulín tiene un huevo o tiene dos: prueba del algodón a que tarde o temprano se ve sometida cualquier aspirante a la fama nacional y a la portada del Diez Minutos, y que antes equivalía a que el comandante de un destructor enseñara la gorra del capitán del submarino alemán que decía haber hundido.

Cuida también las dosis, guapita de cara. Salvo en casos flagrantes como el inaudito morro de Yola Berrocal, que se maquilla con cemento, tan pernicioso es quedarse corta como pasarse varios pueblos. Que te beneficie ser una chica analfabeta y sencilla, o parecerlo, a la hora de airear las apasionantes experiencias de tu bisectriz, no está reñido con la astucia y la habilidad —zorra: persona astuta y solapada (Diccionario de la R. A. E.)— que permiten prosperar en la vida. Así que gotea tus aportaciones al paisaje cultural español con sabia medida, poquito a poco, en función de la viruta que vayas cobrando —cada cual vende lo que tiene— como si se tratara del aceite de las vírgenes prudentes. Lo de vírgenes lo cito sin segundas. O sea, que al principio no entrarás en el detalle de la cosa, negando como antes sugerí, y limitándote a eso de la amistad tan bonita, etcétera, y sosteniendo sin pestañear que saliste de casa de Dado o de la rana Gustavo a las seis de la mañana porque el suprascrito te llamó para consultarte unas dudas sobre el yambo y el dáctilo en la épica griega. Después, en fases sucesivas y programas diversos, y según trincas más pasta, podrás desvelar nuevos detalles, hasta el número apoteósico, tatatachán, en programa televisado de gran audiencia, donde contarás por fin, con escrupulosidad de notario (y de notaria) que, en efecto, el susodicho tenía un huevo, o tenía dos, o tenía tres.

Hay más consejos, chochito mío; pero se acaba la página, y si te dedicara un tercer capítulo, El Semanal iba a ponerme con toda la razón del mundo en la puta calle, y mi vecino el rey de Redonda, al que me debo, se quedaría sin fencing master que lo llamara perro inglés. Así que tú misma. Estoy seguro de que llegarás lejos, porque vales. Y luego, figúrate. La fama: un desnudo artístico en Interviú, un desfile de modelos en Sangonera la Seca, una foto con Daniel Ducruet cuando venga a presentar su nuevo disco. Guau. Qué suerte, tía. Harás realidad lo que tantas otras pedorras sueñan.

4 de junio de 2000

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