lunes, 23 de diciembre de 2002

Estas navidades negras


Se acojonaron. Así de sencillo. Fueron cobardes como ratas. O como políticos. Cuando el Prestige amaneció frente a la costa, la gente empezó a ponerse nerviosa. Entonces las autoridades, el gobierno autonómico y el gobierno central se cagaron por la pata abajo. Chof. Está chupao imaginarlo, conociendo a nuestros clásicos. Ese ministro aullando histérico. Fuera. Lejos. Que me lo saquen de allí como sea. Al quinto pino. Y sus sicarios y correveidiles, que siempre sugieren exactamente lo que el jefe espera oír, aplicando el viejo principio de que, en iglesia y política, problema alejado o aplazado es problema resuelto. Tienes razón, ministro. Ni puerto de refugio, ni trasvase de la carga, ni leches. Que se lo lleven a cualquier parte. Que se hunda en mitad del Atlántico o donde sea, pero ni una gota aquí. Por Dios. Con las elecciones a la vuelta de la esquina. Nadie hizo ni puto caso a los marinos, claro. Ni al capitán del Prestige, que intentaba salvar su buque y su carga, ni a los que sugerían que más vale contaminación local, controlable por grave que sea en un refugio o un puerto, que andar paseando por ahí setenta mil toneladas de fuel con la chorra fuera. Pero nones. La idea oficial no era evitar el desastre, sino que éste se produjera lo más lejos posible. En Portugal o en Groenlandia o en cualquier sitio, con tal de que al concejal del Pepé correspondiente no le calentaran las orejas los percebeiros de su pueblo. Ni hablar. Alta mar, bien lejos de momento, y luego a cualquier sitio de negros, donde si se vierten treinta mil toneladas al mar tapas las bocas con unos miles de dólares y a nadie va a importarle un carajo.

Por eso no se buscó un refugio para el barco, concepto reclamado hace tiempo por marinos y armadores, pero al que España y otros países se oponen por razones electoralistas. Por eso se obligó al capitán Maguras a encender máquinas y a alejarse de la de costa, pese a que la vibración de los motores podía aumentar la vía de agua. Por eso los remolcadores lo condujeron a mar abierto, tras el tira y afloja con la compañía holandesa de salvamento, a la que no se dio oportunidad de salvar nada, ni se tuvo en cuenta que en el Atlántico norte, en esta época del año, tiene muy mala leche. Por eso se hizo navegar al Prestige a rumbo de máximo alejamiento, sin permitirle alterar éste para que recibiera el mar por babor, en vez de por dónde estaba la vía de agua. Por eso arrumbaron luego al sur, hacia Cabo Verde o por ahí, metiendo de lleno la futura gran mancha de fuel en la corriente de Navidad. Todo eso ocurrió porque les daba igual.

Lejos y pronto, fue la consigna. Y una vez mar adentro, al que le toque, que se joda. Así no hace falta ni gabinete de crisis ni nada. Cualquier cosa con tal de no alterar el España va bien o la cacería de don Manuel.

Y luego, el otro frente: el informativo. Piratas de los mares, barcos basura, monocascos pérfidos y toda la parafernalia. Barrer para casa movilizando en plan expertos a todos los tertulianos paniaguados de radio y televisión, programas rosas incluidos, bloqueando cuanto contradijese la versión canónica. Ni una palabra de los paquetes de seguridad Erika I y Erika II, teóricamente aprobados desde hace la tira, ni de dónde estaban los limpiadores que decían haberse comprado, ni dónde los planes de contingencia por contaminación marítima, ni por qué nadie tenía almacenado y previsto en Galicia, zona de alto riesgo, el número suficiente de barreras flotantes, y éste tuvo que completarse a toda prisa desguarneciendo otros lugares. Como tampoco se dijo, pues contradecía la demagogia táctica del momento, que lo del doble casco será estupendo en el futuro, pero hoy es una utopía irrealizable, porque buena parte de los buques que transportan crudo y derivados tiene alrededor de veinte años y es monocasco, lo mismo en España que en el resto del mundo. Y a ver quién es el chulo que desguaza de golpe la mitad, o yo qué sé cuántos, de los barcos que navegan. ¿Por qué nadie aclara que España importa por mar trescientos millones de toneladas de productos imprescindibles sin lo que no habría ni luz, ni agua, ni automoción, ni muchas otras cosas?... En vez de explicar eso, todavía siguen con la copla de los barcos basura y las navieras pirata en vinagre. Y claro. En este país de mierdecillas donde todo cristo se la coge con papel de fumar, los muy gilipollas han conseguido que ahora cualquier barco, se llame Prestige o como se llame, se convierta en apestado. Como un inmigrante ilegal.

Por cierto. Puestos a sincerarse, sería bonito y edificante que alguien del ministerio de Fomento, o del que ser tercie, explicara que España, igual que esos rusos y esos griegos piratescos y malévolos tan sobados en los periódicos, también abandera buena parte de su flota mercante afuera, con pabellón de conveniencia. Y podría añadir, de paso, que el Prestige, esa presunta escoria de los mares, estaba matriculado en Bahamas, país al que corresponde bandera blanca. Eso significa nivel de seguridad alto, según las categorías internacionales. Y lo que son las cosas: España tiene bandera gris. Pero esa, claro, es otra historia.

22 de diciembre de 2002

No hay comentarios: