domingo, 7 de septiembre de 2014

Una historia de España (XXXII)

Y así, tacita a tacita, fue llegando el día en que el imperio de los Austrias, o más bien la hegemonía española en el mundo, el pisar fuerte y ganar todas las finales de liga, se fueron por la alcantarilla. Siglo y medio, más o menos. Demasiado había durado el asunto, si echamos cuentas, para tanta incompetencia, tanto gobernante mediocre, tanta gente -curas, monjas, frailes, nobles, hidalgos- que no trabajaba, tanta vileza interior y tanta metida de gamba. Lo de «muchos reinos pero una sola ley» era imposible de tragar, a tales alturas, por unos poderes periféricos acostumbrados durante más de un siglo a conservar sus fueros y privilegios intactos (lo mismo les suena a ustedes por familiar la situación). Así que la proyectada conversión de este putiferio marmotil en una nación unificada y solidaria se fue del todo al carajo. Estaba claro que aquella España no tenía arreglo, y que la futura, por ese camino, resultaba imposible. Felipe IV le dijo al conde duque de Olivares que se jubilara y se fuera a hacer rimas a Parla, y el intento de transformarnos en un estado moderno, económica, política y militarmente, fuerte y centralizado -justo lo que estaba haciendo Richelieu en Francia, para convertirla en nuevo árbitro de Europa-, acabó como el rosario de la aurora. En guerra con media Europa y vista con recelo por la otra media, desangrada por la guerra de los Treinta años, la guerra con Holanda y la guerra de Cataluña, a España le acabaron saliendo goteras por todas partes: sublevación de Nápoles, conspiraciones separatistas del duque de Medina Sidonia en Andalucía, del duque de Híjar en Aragón y de Miguel Itúrbide en Navarra. Y como mazazo final, la guerra y separación de Portugal, que, alentada por Francia, Inglaterra y Holanda (a ninguno de ellos interesaba que la Península volviera a unificarse), nos abrió otra brecha en la retaguardia. Literalmente hasta el gorro del desastre español, marginados, cosidos a impuestos, desatendidos en sus derechos y pagando también el pato en sus posesiones ultramarinas acosadas por los piratas enemigos de España, con un imperio colonial propio que en teoría les daba recursos para rato, en 1640 los portugueses decidieron recobrar la independencia después de sesenta años bajo el trono español. Que os vayan dando, dijeron. Así que proclamaron rey a Juan IV, antes duque de Braganza, y empezó una guerra larga, veintiocho años nada menos, que acabó de capar al gorrino. Al principio, tras hacer una buena montería general de españoles y españófilos -al secretario de Estado Vasconcelos lo tiraron por una ventana-, la guerra consistió en una larga sucesión de devastaciones locales, escaramuzas e incursiones, aprovechando que España, ocupada en todos los otros frentes, no podía destinar demasiadas tropas a Portugal. Fue una etapa de guerra menor pero cruel, llena de odio como las que se dan entre vecinos, con correrías, robos y asesinatos por todas partes, donde los campesinos, cual suele ocurrir, especialmente en la frontera y en Extremadura, sufrieron lo que no está escrito. Y que, abordada con extrema incompetencia por parte española, acabó con una serie de derrotas para las armas hispanas, que se comieron una sucesiva y espectacular serie de hostias en las batallas de Montijo, Elvas, Évora, Salgadela y Montes Claros. Que se dice pronto. Con lo que en 1668, tras firmar el tratado de Lisboa, Portugal volvió a ser independiente, ganándoselo a pulso. De todo su imperio sólo nos quedó Ceuta, que ahí sigue. Mientras tanto, a las armas españolas las cosas les habían seguido yendo fatal en la guerra europea; que al final, transacciones, claudicaciones y pérdidas aparte, quedó en lucha a cara de perro con la pujante Francia del jovencito Luis XIV. La ruta militar, el famoso Camino Español que por Génova, Milán y Suiza permitía enviar tropas a Flandes, se había mantenido con mucho sacrificio, y los tercios de infantería española, apoyados por soldados italianos y flamencos católicos, combatían a la desesperada en varios frentes distintos, yéndosenos ahí todo el dinero y la sangre. Al fin se dio una batalla, ganada por Francia, que aunque no tuvo la trascendencia que se dijo -después hubo otras victorias y derrotas-, quedaría como símbolo del ocaso español. Fue la batalla de Rocroi, donde nuestros veteranos tercios viejos, que durante siglo y medio habían hecho temblar a Europa, se dejaron destrozar silenciosos e impávidos en sus formaciones, en el campo de batalla. Fieles a su leyenda. Y fue de ese modo cuando, tras haber sido dueños de medio mundo -aún retuvimos un buen trozo durante dos siglos y pico más-, en Flandes se nos puso el sol. 

[Continuará]. 

7 de septiembre de 2014

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido amigo, Portugal no se separó de España, entonces Joannem IV de Bragantiae estaba contra sus padres, Teothónio de Bragantiae y Anna Velasco, contra Felipe IV de Felgarium, tío de Joannem IV, Joannem IV estaba contra Felipe II de España?

¿Crees que mi gen iba en contra de nuestra familia? Felipe IV fue rey de Lusitanis desde 1623 hasta 1656, luego pasó a Joannem IV sin ninguna guerra. Mi familia no hace guerras, lo que inventan e inventan los historiadores es triste.

Registo 1

Pro Catharina Duciffa Bragantiæ, immediatè Eduardi filia arguebatur, Patrem Eduardum fi tempore mortis Henrici in vivis fuiffet , indubitatum futurum regni hæredem , Eduardo defun&o ipfi ejus filiæ fuperftitiidem jus competere, eam Rainutio gradu proximiorem, & Philippo fororis filio , cum ipfâ effet fratris filia , præferendam, Pro Philippo Caftellæ Rege, Ifabellæ Emanuelis filiæ, & Caroli V, Imperatoris filio , afferebatur ; Rainutium Eduardi nepotem,& Catharinam ejufdem filiam , beneficio juris Repræfentationis niti, quod nihil aliud erat, quam fi&iojuris civilis , nec ad regnorum fucceffiones pertinebat , ipfum Rainutio gradus proximitate, Catharina fexus nobilitate , utrifque ætatis prærogativa poti9rem. A Philippo IV. ( Philippi II. qui armis regno potitus eft,nepote)Lufitani regiminis Caftellani pertaefi , defcifcentes, Johannem Bragantiæ Ducem , Theodofii filium , & Catharinæ nepotem ad regnum promoverunt: Caßellani id ut injuftè,& nequiter faétum incufant.

Registo 2

PHILIPPO IV. quod non tantas haberet vires, ut vel fubditos rebelles frangere poffet. Hac opportunitate ufi Lufitani A. 164o. die 1. Decembris excuffo Hifpanorum jugo JoANNEM IV. Ducem Bragantiæ fibi Regem elegere. Galli in Belgio, Angli in Indiis ex ruinis Monarchiæ

Registo 3

filius Ludovici XIII. & Anna d´ Auftriacae qui obih die I. Septembris anno 1715- In Hifpania poft Philippum III. vita funclumanno 1621, regnarunt Philippus IV. ejus filius ufque ad annum 1665. deinde Carolus II. qui abíijue liberis deceífit Cal. Novembris anno 1700. conftituto tabulis Teftamentariis herede Philippe Borborito duce Andçgavenfi - ; Is eft Philippus V, qui ab anno 1700. Hiípaniarum Monarchiam gubernavit ufque ad annum 1724. quo filio Ludovico I. renunciavit regnum, quod tarnen eodem anno, Ludovico extinfto, rurfus fuisepit ad/ miniftrandum. In Lufitania vero ab anno 1621. ufque ad annum 1640. regnavit prarlaudatus Philippus IV. rex Hifpaniaruin: at anno 1640. Luiitani proprium regem elegerunt Joannem IV. ducem Bragantiae, qui regnavit ufque ad annum 1656. Huic fucçellit Alphonfus VI. mortuus anno 1683. atque Alphonfo Petrus II. qui e vivis migra, vit anno 1706