Nadie obliga al ratón a buscar el queso en la ratonera, pero a fin de cuentas en el asunto del ratón juegan su instinto y su astucia, en un duelo que a veces se resuelve con un ¡chas! y ratoncitos al cielo, y a veces no. Cualquier ratón tiene su oportunidad, y hay roedores de tacto fino, con mucha mili a cuestas, que mordisquean el queso y se largan sin que llegue a funcionar el resorte. Pero entre los humanos es distinto. Con toda nuestra vitola de seres racionales, hasta cuando no hay queso metemos el hocico en la ratonera. En realidad somos tan previsibles en nuestra estupidez, que apenas tiene mérito llevarnos al huerto.
Verbigracia. Imaginemos que hay un fulano llamado Mortimer, al que no conoce ni su padre, y un productor decide promocionarle como cantante de fados. En una primera fase de la promoción, y a cuenta de los primeros beneficios, se invita a varios selectos periodistas, empresarios, famosos e individuos clave a una velada a base de fados en un lugar de muchas estrellas, y se pone en su conocimiento que el fado es la música del futuro, la que el público viene pidiendo desde hace décadas. Que el fado es un fenómeno de masas. Que el fado es la leche.
Debidamente engrasado el invento, no les quepa duda de que, durante varias semanas, y por reacción en cadena, prensa, radio y televisión entraremos al trapo, titulando a toda plana: Vuelve el fado, La saudade está de moda, Llega la fadomanía, y cosas por el estilo. El tema será portada de suplementos -incluido éste-, el público se abalanzará sobre los compactos y casetes hábilmente dispuestos en los grandes almacenes, las discotecas y discobares -Broker's, Borja's, Cretin's, etc-machacarán fados entre copa y copa, y los domingueros invadirán la Lisboa antigua y señorial, dispuestos a llorar a lágrima viva en las tascas del Barrio Alto.
Conseguido esto, se pasa a la segunda fase: el anuncio de que el genial cantante de fados va a hacer una gira por España. Da lo mismo que Mortimer haya sido hasta unos días antes representante de cosméticos en Nueva Gales del Sur, porque si las vallas publicitarias, los anuncios a toda página en los diarios y las entrevistas en televisión dicen que Mortimer es un cruce de Amalia Rodríguez, Mike Jagger y Julio Iglesias, les aseguro a ustedes que Mortimer arrasa y podrá correr por el Retiro con gafas del sol y guardaespaldas alejándole admiradores y fotógrafos a puñetazos, mientras colas de público pernoctan en el Vicente Calderón para conseguir entradas del concierto. Por supuesto aparecerán imitadores de Mortimer hasta en la sopa, y terminaremos odiándolos a él, a los imitadores, al fado y a la madre que los parió. Pero, entre tanto, alguien se habrá hecho multimillonario.
Nuestro amigo Mortimer es un caso de ficción -de momento-, pero los ejemplos prácticos abundan, sobre todo en lo que se refiere a cantantes italianos -"Chica, ven, libérate de tus padres, a cien, a cien por horaaaa..."- y a los estrenos cinematográficos. Hagan memoria y recuerden Una proposición indecente, con Robert Redford ofreciéndole una pasta a la mujer de aquel calzonazos por compartir espasmos durante un rato. La película era infame y no hay quien se acuerde de ella, pero allí estábamos todos haciendo cola. Por no hablar de los instintos básicos de Sharon Stone, que pulverizaron taquillas y elevaron a la categoría de semidiosa erótica a una moza que, por muchas vueltas que se le dé, circunscribe su talento a interpretar personajes de lo que el vulgo llama una -con perdón- chocholoco cualificada.
Y ahora le toca el turno a los dinosaurios, esos simpáticos, enormes y desgraciados bichos prehistóricos que ya ocupaban la imaginación de tantos niños antes de todo este desmadre y toda esta intoxicación. Esos enanos sabihondos -como mi sobrino Fernando, que tiene diez años, y a los ocho era capaz de identificar un huevo de pterodáctilo- encuentran ahora que todo cristo entra a saco y manipula sus aficiones y sus sueños. Poco importa que sólo sea una moda, y que pronto algún avispado productor invente un nuevo Mortimer que haga olvidar éste. Para los auténticos aficionados -mi sobrino y su cofradía de jóvenes colegas veteranos, de pioneros iniciados que antes de toda esta tontería ya intercambiaban cuentos, cromos, vídeos y libros raros como misterios de una sociedad secreta- los triceratops y los Tiranosaurios Rex ya nunca serán lo que fueron, tras pasar por las sucias manos de los proxenetas que los han puesto, con bolso y ligas de colores, en mitad de la calle a hacer la carrera.
24 de octubre de 1993
Verbigracia. Imaginemos que hay un fulano llamado Mortimer, al que no conoce ni su padre, y un productor decide promocionarle como cantante de fados. En una primera fase de la promoción, y a cuenta de los primeros beneficios, se invita a varios selectos periodistas, empresarios, famosos e individuos clave a una velada a base de fados en un lugar de muchas estrellas, y se pone en su conocimiento que el fado es la música del futuro, la que el público viene pidiendo desde hace décadas. Que el fado es un fenómeno de masas. Que el fado es la leche.
Debidamente engrasado el invento, no les quepa duda de que, durante varias semanas, y por reacción en cadena, prensa, radio y televisión entraremos al trapo, titulando a toda plana: Vuelve el fado, La saudade está de moda, Llega la fadomanía, y cosas por el estilo. El tema será portada de suplementos -incluido éste-, el público se abalanzará sobre los compactos y casetes hábilmente dispuestos en los grandes almacenes, las discotecas y discobares -Broker's, Borja's, Cretin's, etc-machacarán fados entre copa y copa, y los domingueros invadirán la Lisboa antigua y señorial, dispuestos a llorar a lágrima viva en las tascas del Barrio Alto.
Conseguido esto, se pasa a la segunda fase: el anuncio de que el genial cantante de fados va a hacer una gira por España. Da lo mismo que Mortimer haya sido hasta unos días antes representante de cosméticos en Nueva Gales del Sur, porque si las vallas publicitarias, los anuncios a toda página en los diarios y las entrevistas en televisión dicen que Mortimer es un cruce de Amalia Rodríguez, Mike Jagger y Julio Iglesias, les aseguro a ustedes que Mortimer arrasa y podrá correr por el Retiro con gafas del sol y guardaespaldas alejándole admiradores y fotógrafos a puñetazos, mientras colas de público pernoctan en el Vicente Calderón para conseguir entradas del concierto. Por supuesto aparecerán imitadores de Mortimer hasta en la sopa, y terminaremos odiándolos a él, a los imitadores, al fado y a la madre que los parió. Pero, entre tanto, alguien se habrá hecho multimillonario.
Nuestro amigo Mortimer es un caso de ficción -de momento-, pero los ejemplos prácticos abundan, sobre todo en lo que se refiere a cantantes italianos -"Chica, ven, libérate de tus padres, a cien, a cien por horaaaa..."- y a los estrenos cinematográficos. Hagan memoria y recuerden Una proposición indecente, con Robert Redford ofreciéndole una pasta a la mujer de aquel calzonazos por compartir espasmos durante un rato. La película era infame y no hay quien se acuerde de ella, pero allí estábamos todos haciendo cola. Por no hablar de los instintos básicos de Sharon Stone, que pulverizaron taquillas y elevaron a la categoría de semidiosa erótica a una moza que, por muchas vueltas que se le dé, circunscribe su talento a interpretar personajes de lo que el vulgo llama una -con perdón- chocholoco cualificada.
Y ahora le toca el turno a los dinosaurios, esos simpáticos, enormes y desgraciados bichos prehistóricos que ya ocupaban la imaginación de tantos niños antes de todo este desmadre y toda esta intoxicación. Esos enanos sabihondos -como mi sobrino Fernando, que tiene diez años, y a los ocho era capaz de identificar un huevo de pterodáctilo- encuentran ahora que todo cristo entra a saco y manipula sus aficiones y sus sueños. Poco importa que sólo sea una moda, y que pronto algún avispado productor invente un nuevo Mortimer que haga olvidar éste. Para los auténticos aficionados -mi sobrino y su cofradía de jóvenes colegas veteranos, de pioneros iniciados que antes de toda esta tontería ya intercambiaban cuentos, cromos, vídeos y libros raros como misterios de una sociedad secreta- los triceratops y los Tiranosaurios Rex ya nunca serán lo que fueron, tras pasar por las sucias manos de los proxenetas que los han puesto, con bolso y ligas de colores, en mitad de la calle a hacer la carrera.
24 de octubre de 1993
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