Querido sobrino Pepe:
En los últimos tiempos, la Conferencia Episcopal Española, que son obispos y cosas así, anda cabreada con el asunto de las campañas de prevención del Sida que recomiendan el preservativo; porque la gomita, dicen, favorece la promiscuidad sexual, O sea, les pone las cosas fáciles a quienes son partidarios del asunto. La teoría de los pastores de almas consiste en lo siguiente: el miedo al Sida es saludable, porque mantiene castos a los jóvenes como tú, de puro acojonados ante la posibilidad de agarrar algo y que se os caiga todo a pedazos. Eliminar o atenuar ese miedo, es decir, familiarizar a tu generación con el uso del preservativo, no es por tanto prevenir, sino pervertir; porque los mozuelos, inmaduros como sois, al sentiros más impunes y seguros, practicaréis el sexo con más asiduidad y, por tanto, conculcaréis la ley de Dios sin tino y sin tasa, dejándoos llevar por la irresponsabilidad y la naturaleza muy dale que te pego propia de los jóvenes de hoy. Que la verdad, Pepe, sois la leche.
Pongamos un bonito ejemplo práctico. Tu novia Mari Juli y tú, verbigracia, os tenéis unas ganas tremendas; pero también, gracias a la divina Providencia, le tenéis miedo al Sida. Que lo mismo hasta resulta intrínsecamente bueno -los caminos del Señor son inescrutables- porque su amenaza, a modo de infierno, nos mantiene lejos del pecado. Pero el diablo, que es muy cabroncete, Pepe, se vale de cualquier artimaña infame; e incluso esa benéfica -en términos de salud de almas- ira de Dios posmoderna, el Sida, puede ser soslayada merced a la técnica. Así que tú y Mari Juli podéis ir como si nada a la farmacia de la esquina, comprar por todo el morro una caja de seis y encamaros toda la tarde, ofendiendo el orden natural -como todo el mundo sabe, el orden natural limita el sexo al matrimonio-, en vez de orar para alejar la tentación, reservar vuestros cuerpos para honrarlos como templos, daros duchas frías o agarrar la guitarra y aprovechar la visita del papa a Cáceres, cuando vaya, para poneros a cantar con cristiana y juvenil alegría mi amiga Catalina que vive en las montañas, du-duá, du-duá. Todo eso, como debe hacer cualquier joven responsable que se respete y la respete a ella, Pepe, esperando con paciencia, continencia y templanza el día, sin duda próximo, en que Mari Juli termine los estudios y encuentre un trabajo de abogada o de top model, y tú ya no estés alternando el paro con la moto de mensaka si no de presidente de Argentaria, y podáis comprar una casa y un Bemeuve y una barbacoa para los domingos y una cama enorme. Y a partir de ahí, si. Entonces por fin podréis primero casaros -a ser posible por la iglesia-, y luego practicar una sexualidad mesurada, responsable y cristiana que tampoco precisará preservativo, pues siempre lo haréis pensando en la procreación, y nunca por torpes y bajos instintos; corno inequívocamente recomienda Su Santidad Juan Pablo II. Que para eso es infalible por dogma, y de jóvenes y de sexualidad sabe un huevo.
Ya sé lo que vas a decirme, sobrino. Que la vida es corta y además a menudo es muy perra, que tú no serás siempre joven, y que una de las cosas buenas que tiene, si no la mejor, está precisamente en la bisectriz exacta del ángulo principal de tu novia. Y que en Mari Juli, en sus ojos y en su boca y en sus etcéteras, está el consuelo, y el alivio al dolor, y la esperanza, y el tener a raya a la maldita soledad y al miedo, y a la incertidumbre de estar vivo. Sé todo eso, y además que tu naturaleza -y la suya, colega, ojo- claman por sus derechos; y que salvo que uno sea un amanuense del hágaselo usted mismo, o tenga la suerte de soñar cada noche con Salma Hayek bailando con la serpiente en Abierto hasta el amanecer, y se alivie en sueños -o lo que alivie a Mari Juli en la viceversa correspondiente-, unos jóvenes de vuestra edad, que además estáis locos el uno por el otro, pueden andar por la vida bastante frustrados. Y sé también que lo que te cuentan los obispos y su baranda, Pepe, nada tiene que ver con la realidad del mundo realmente real; y que más les valdría salir un día a darse una vuelta y echar un vistazo fuera de las catacumbas. Pero oye. Mi obligación, sobrino, colega, es darte consejos saludables que te alejen del vicio y colaboren en el perfecto estado de revista de tu alma.
Dicho lo cual, Pepe, si pese a todo sigues decidido a pecar, recuerda que más vale ir al infierno con el preservativo puesto.
6 de septiembre de 1998
En los últimos tiempos, la Conferencia Episcopal Española, que son obispos y cosas así, anda cabreada con el asunto de las campañas de prevención del Sida que recomiendan el preservativo; porque la gomita, dicen, favorece la promiscuidad sexual, O sea, les pone las cosas fáciles a quienes son partidarios del asunto. La teoría de los pastores de almas consiste en lo siguiente: el miedo al Sida es saludable, porque mantiene castos a los jóvenes como tú, de puro acojonados ante la posibilidad de agarrar algo y que se os caiga todo a pedazos. Eliminar o atenuar ese miedo, es decir, familiarizar a tu generación con el uso del preservativo, no es por tanto prevenir, sino pervertir; porque los mozuelos, inmaduros como sois, al sentiros más impunes y seguros, practicaréis el sexo con más asiduidad y, por tanto, conculcaréis la ley de Dios sin tino y sin tasa, dejándoos llevar por la irresponsabilidad y la naturaleza muy dale que te pego propia de los jóvenes de hoy. Que la verdad, Pepe, sois la leche.
Pongamos un bonito ejemplo práctico. Tu novia Mari Juli y tú, verbigracia, os tenéis unas ganas tremendas; pero también, gracias a la divina Providencia, le tenéis miedo al Sida. Que lo mismo hasta resulta intrínsecamente bueno -los caminos del Señor son inescrutables- porque su amenaza, a modo de infierno, nos mantiene lejos del pecado. Pero el diablo, que es muy cabroncete, Pepe, se vale de cualquier artimaña infame; e incluso esa benéfica -en términos de salud de almas- ira de Dios posmoderna, el Sida, puede ser soslayada merced a la técnica. Así que tú y Mari Juli podéis ir como si nada a la farmacia de la esquina, comprar por todo el morro una caja de seis y encamaros toda la tarde, ofendiendo el orden natural -como todo el mundo sabe, el orden natural limita el sexo al matrimonio-, en vez de orar para alejar la tentación, reservar vuestros cuerpos para honrarlos como templos, daros duchas frías o agarrar la guitarra y aprovechar la visita del papa a Cáceres, cuando vaya, para poneros a cantar con cristiana y juvenil alegría mi amiga Catalina que vive en las montañas, du-duá, du-duá. Todo eso, como debe hacer cualquier joven responsable que se respete y la respete a ella, Pepe, esperando con paciencia, continencia y templanza el día, sin duda próximo, en que Mari Juli termine los estudios y encuentre un trabajo de abogada o de top model, y tú ya no estés alternando el paro con la moto de mensaka si no de presidente de Argentaria, y podáis comprar una casa y un Bemeuve y una barbacoa para los domingos y una cama enorme. Y a partir de ahí, si. Entonces por fin podréis primero casaros -a ser posible por la iglesia-, y luego practicar una sexualidad mesurada, responsable y cristiana que tampoco precisará preservativo, pues siempre lo haréis pensando en la procreación, y nunca por torpes y bajos instintos; corno inequívocamente recomienda Su Santidad Juan Pablo II. Que para eso es infalible por dogma, y de jóvenes y de sexualidad sabe un huevo.
Ya sé lo que vas a decirme, sobrino. Que la vida es corta y además a menudo es muy perra, que tú no serás siempre joven, y que una de las cosas buenas que tiene, si no la mejor, está precisamente en la bisectriz exacta del ángulo principal de tu novia. Y que en Mari Juli, en sus ojos y en su boca y en sus etcéteras, está el consuelo, y el alivio al dolor, y la esperanza, y el tener a raya a la maldita soledad y al miedo, y a la incertidumbre de estar vivo. Sé todo eso, y además que tu naturaleza -y la suya, colega, ojo- claman por sus derechos; y que salvo que uno sea un amanuense del hágaselo usted mismo, o tenga la suerte de soñar cada noche con Salma Hayek bailando con la serpiente en Abierto hasta el amanecer, y se alivie en sueños -o lo que alivie a Mari Juli en la viceversa correspondiente-, unos jóvenes de vuestra edad, que además estáis locos el uno por el otro, pueden andar por la vida bastante frustrados. Y sé también que lo que te cuentan los obispos y su baranda, Pepe, nada tiene que ver con la realidad del mundo realmente real; y que más les valdría salir un día a darse una vuelta y echar un vistazo fuera de las catacumbas. Pero oye. Mi obligación, sobrino, colega, es darte consejos saludables que te alejen del vicio y colaboren en el perfecto estado de revista de tu alma.
Dicho lo cual, Pepe, si pese a todo sigues decidido a pecar, recuerda que más vale ir al infierno con el preservativo puesto.
6 de septiembre de 1998
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