lunes, 12 de mayo de 2003

Cada domingo, un bosque


Cada domingo, al comprar los periódicos, se me calienta la conciencia ecológica. Y además se me calienta la boca cuando voy de vuelta a casa cargado con kilos de papel engorroso e inútil, que no sé por qué eligen siempre el domingo para trufarlo todo de anuncios y extras; y a poco que me descuide se me cae algo, o todo. Y, como Pulgarcito por el bosque, en vez de migas de pan voy dejando un rastro de suplementos y cuadernillos por la floresta, cargado con papel multicolor, páginas especiales, folletos publicitarios y demás. De ese modo -añadamos dos barras de pan y supongamos que encima llueve- pueden imaginarse el cuadro. Fíjense. Salgo de la tienda con la Biblia en pasta bajo cada brazo, sujetando las barras de pan con la barbilla. Pero a los pocos pasos la curiosidad me pierde, e intento leer los titulares para averiguar, por ejemplo, el último anacoluto del Congreso de los Diputados, o el malestar porque las escolares dedican demasiadas horas a la lengua española, o castellano -que es innecesaria en los mensajes de teléfono móvil, y que a fin de cuentas sólo la usan cuatrocientos millones de fascistas en todo el mundo- en vez de empollarse bien el silbo canario, la historia de la pintura autóctona de Zahara de los Atunes o las obras completas en fabla aragonesa de Marianico el Corto.

Pero cuando intento pasar la página cae al suelo un folleto que dice: Obras maestras del arte bizantino, en emisión numerada, y otro titulado: España, sello a sello. Los recojo, aunque la verdad es que, en ayunas, el arte bizantino y el sello me importan un carajo; y lo de España empieza a importarme lo mismo, pues ya juré el otro día que no me cogerán vivo cuando sea viejo e indefenso. No en este país de cojos Manteca, de Prestiges de los que nadie dimitió ni nadie se acuerda, de becarios de Bush, de cabras tiradas del campanario, de demagogos oportunistas y de monumentos vivos del neolítico. O me exilio antes, si puedo, o me compro una escopeta y una caja de posta lobera del 12. Pero volviendo al papeleo dominical, les decía que se desparrama todo. Así que a los pocos pasos, se me caen una barra de pan y tres colorines de fin de semana rebosantes de palpitante actualidad -Cremalleras a la vista: la moda del nuevo hombre- y de útiles consejos domésticos. Un titular me deja especialmente pensativo, tuteo aparte: ¿Tienes problemas de estreñimiento?

Prosigo mi camino quitándole con el codo la tierra a la barra de pan, y cazo al vuelo, antes de que se me caiga, un suplemento femenino que reza: La moda: consejos para salir a la calle. Qué haría uno en el proceloso mar de la vida, concluyo, sin tales consejos. Pruébala, dice un folleto adjunto: Un año sin cuota anual. Por un momento creo que se refiere a la prójima del folleto, que se parece mucho a Inés Sastre. O es. La pruebo aunque sea con cuota, me digo. Pero luego veo que no; que se trata de una tarjeta de crédito. Sigo adelante, orgulloso de mi habilidad manual parezco un malabarista de platos chinos, con toda la puta masa de papel móvil en equilibrio-, cuando veo mi gozo en un pozo: don José, el párroco, que está fumándose un truja en la puerta de la iglesia, me advierte de que se me ha caído algo. Hijo, añade. Y yo pienso: maldición. Con cireneos así, no necesito romanos. Me vuelvo a mirar y, en efecto, un colorido folleto proclama: Ahorra 107 €. Pisoteamos los precios.

Al volverme se caen ocho kilos de papel. Reprimo un juramento por respeto a don José y al recinto sagrado. Después me agacho, lo recojo todo ¿Cómo perderte este chollo?, proclama un catálogo para el hogar que incluye un eficaz cortacallos-, barajo papel, sigo mi viacrucis. Por fin veo una papelera, y meto las tres cuartas partes de lo que llevo encima. Hala. Medio bosque talado para mí, a tomar por saco. Hogar, dulce hogar. Pese a todo, la prensa vuelve a desparramarse por el suelo cuando busco la llave de la puerta. A estas alturas, las barras de pan se encuentran en tal estado que decido dárselas a Mordaunt, mi perro. Por fin me siento a leer lo que conseguí salvar de la anábasis. Entre el amasijo de papel arrugado aún asoma una hoja naranja fosforito: Decide que tu dinero te dé más. Mientras lo decido, veo que El País habla bien de Aznar, y que El Mundo dice que Zapatero tiene futuro. Luego compruebo que, juntando papeles, he metido los suplementos dominicales en periódicos equivocados. Al reordenarlos, se abre El Semanal por las páginas centrales: El ano del mundo, leo. Oichsss. Qué finos nos hemos vuelto, rediós.

11 de mayo de 2003

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