Si algo me fascina de los políticos españoles es su capacidad de rizar el rizo con tal de no bajarse de los carteles. Y la verdad es que algunos domingos me dan esta página hecha. Hoy se la debo al senador del PNV Javier Maqueda, quien opina, literalmente, que «el que no se sienta nacionalista ni quiera de lo suyo no tiene derecho a vivir». Sí. Eso fue lo que el senador –que viene del latín senatus, senado, consejo de ancianos sabios y venerables– largó hace unos días, durante un acto al que estaba invitado en Mallorca; donde, por cierto, se le jaleó la ocurrencia con aplausos. Faltaría más. En España los aplausos van de oficio. Es, salvando las distancias mínimas, como en los programas bazofia de la tele, donde eructa cualquier pedorra, y el cuerpo de marujas de guardia rompe aguas en aplausos entusiastas, que para eso están allí. Para aplaudir lo que le echen y decir te queremos, bonita.
Con lo del senador, sin embargo, albergo un par de dudas. Lo de nacionalista es un concepto complejo, pues abarca demasiadas cosas. Todos somos nacionalistas de algo: la lengua, la memoria, la cultura, la infancia. El fútbol. Pero creo que el senador Maqueda hablaba de otro nacionalismo: el que se envuelve en la bandera local, el exclusivo y excluyente, el de nosotros y ellos. El patológico. El que manipula instintos y sentimientos para conseguir perversa rentabilidad política. Y por ahí, no. En ese sentido, algunos no nos sentimos nacionalistas en absoluto. A mí, sin ir más lejos, no se me saltan las lágrimas cuando oigo una minera en La Unión, ni cuando veo saltar un salmonete en la punta de Cabo Palos, ni cuando le cantan –lo siento paisanos, pero ya no– la salve a la Virgen el Lunes Santo por la noche. He visto demasiadas veces cómo lo noble, lo legítimo, termina en manos de gente como el senador Maqueda. Si alguna vez aflojo, será por otras cosas. Por mi infancia perdida, tal vez, y por las sombras entrañables que la acompañan. No porque me emocione el cantón nacional de Cartagena o su independencia de la mardita y opresora Mursia. Por ejemplo.
Aclarado, pues, que me incluyo en las palabras del senador Maqueda, quisiera que un experto en nacionalismos y en derecho a la vida, como él, aclare un par de cosas. Imaginemos que decido establecerme en Bilbao para pasear por el Guggenheim cada mañana; o en Barcelona, por ir de noche a la calle Tallers y calzarme un martini seco en Boadas; o en Cádiz, puntal indiscutible de la nación andaluza, para ponerme de urta a la sal en El Faro, un día sí y otro no, hasta las trancas. Supongamos, como digo, que opto por alguna de esas alternativas, sin sentir, respecto a Bilbao, Barcelona o Cádiz, más cosquilleo nacionalista que el que proviene de la atenta lectura de los libros de Historia, el aprecio por su gente, y la certeza de compartir una memoria colectiva en la compleja y mestiza plaza pública –llamada Hispania por los mismos que inventaron la institución de la que trinca el senador Maqueda– donde, unas veces por suerte y otras por desgracia, el azar puso a mis antepasados. Entre los que lamento, por cierto, no figuren unos cuantos jacobinos, guillotinadores, con un «todos los ciudadanos son iguales ante la ley» bajo el brazo y con las cabezas de Carlos IV y Fernando VII metidas en un cesto. A lo mejor no estaríamos hablando de estas gilipolleces.
Y ahora, las preguntas. ¿Cómo se articularía, a juicio del senador Maqueda, mi falta de derecho a vivir? ¿Mediante la prohibición, tal vez, de establecerme donde vivan nacionalistas? ¿Quemándome la ferretería si decidiera hacerme ferretero? ¿Pegándome un tiro en la nuca?… Como ven, las posibilidades que abre la afirmación senatorial son curiosas. Y pueden aderezarse, además, con matices interesantes. ¿Echar la pota –por ejemplo– cada vez que oigo a un cateto cantamañanas manipular la Historia y mi inteligencia haciendo comparaciones con Irlanda o con Montenegro, es un tic franquista? ¿Saber como sé, porque viajo y leo libros, que no hay nada más conservador, inculto y reaccionario que un nacionalista radical, me hace acreedor al epíteto de fascista?… Y ya puestos a preguntar, ¿se ocuparía, llegado el caso, el senador Maqueda de explicarme personalmente mi derecho a vivir? ¿Él y cuántos más? ¿Vendrían de día, o vendrían de noche? ¿Vendrían juntos a explicármelo, o vendrían de uno en uno?… Porque me parece que el senador Maqueda está mal informado. No todos somos Ana Frank.
18 de junio de 2006
9 comentarios:
En mi blog suelo hacer mofa de la cosa nacionalista, y ultimamente recibo la visita de acólitos del senador Maketa, perdón, Maqueda.
En estos comentarios, con la amabilidad acostumbrada, me señalan lo mismo que el senador:
- Si no hablo euskera, es que no soy vasco. Si no me gusta el Athletic, soy un vasco rarito, un traidor practicamente. Si no trago la neo-historia escrita sobre piedras en SabinEtxea, y sobre las que dormita Arzalluz el cancerbero, entonces tampoco soy vasco.
Y si no soy vasco, por definición me queda ser facista, faltaría plus ultra. Consecuencia, callate o te callo. Vete, o te echo.
A lo que voy es que el senador Maqueda se ha despistado, y ha creido que estaba en la Arcadia euskalherriaca, la euskal-atlantida. Porque Don Arturo, esto que ha soltado el senador, es lo que llevan inculcando los nacionalistas vascos y catalanes durante 3 décadas. Y lo hacen desde crios, no crea que esperan a que tengan, no se,16 años.
De eso se trata, de hacerle a uno ciudadano extranjero, de segunda, si no acepta la arcadia virtual creada por estos hijos de puta.
Ah, y todo con ello con la sonrisa beatífica de peperos y socialistas, que desde el gobierno central vendían las Libertades de los vascos y catalanes, las de verdad, a cambio de apoyos puntuales de estos grandes demócratas que son los camisas pardas como Maqueda.
Le dejo Don Arturo, voy a ver si sigo discutiendo con mi mujer; quiere llevar a la cria a ver a los payasos Pirritz y Porrotz, los payasos proetarras.
Mis respetos y admiración por expresar exactamente lo que siento acerca de los nacionalismos.
Gran artículo solo espero que el susodicho por lo menos lo haya leído y aunque lo ignore le haga reflexionar un poco.
Aprovecho por si lee esto de darle la enhorabuena por El Asedio como amante de la historia española y más concretamente la historia militar española, una gran novela.
¡Qué gran razón tiene Don Arturo! Cómo de costumbre, no sólo es un placer leerle, sino toda una bocanada de aire fresco.
Llevo media vida moviéndome de un lado a otro de España, y si en todos los lados la gente fuera como éste imbécil, no habría tenido derecho a vivir en ningún lado, porque por lo visto soy un ciudadano de segunda si no siento los "colores" como éste al que le pago el sueldo yo.
Y mientras algunos nos desmantelan nuestros derechos a consecuencia de una gestión nefasta, no hay nada mejor que agitar una bandera para que una mayoría se quede mirándola embobada mientras los mismos elementos esconden la mierda bajo la alfombra. Y es que echarle la culpa al vecino siempre ha tenido mucho predicamento...
Calico Jack
Fantástico como siempre, señor Reverte. Por favor, no cambie y siga escribiendo lo que muchos pensamos y no sabemos o no podemos decir con palabras.
Es lo que muchos pensamos sobre los nacionalismos. Como siempre, fantástico, señor Reverte.
Senador y....catedrático?, yo es que creo que la politica vuelve gilipollas publico a quien no sabía que lo era en la intimidad.
Enhorabuena por sus escritos Sr. P. Reverte, lo que pensamos del nacionalismo excluyente vasco nos ha llegado a Cataluña como un Sunami. Nos vamos a ahogar todos!
Se nota que usted lo publicó hace años. Ahora se echa en falta esta retina privilegiada y la pluma ágil que usted posee o poseía para hablar de esos personajes indeseables que han llevado a la ruina a este país.
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