Mi amigo Iker –yo no los elijo, que conste– se apoya en la barra del bar de Lola, pide la caña ritual y expone su versión del asunto. A los diecisiete años ha pasado la selectividad y tenido una novia guiri, y todavía le sorprende que, cuando hablaban de política, las cosas estuvieran claras para ella. ¿Rico o de clase media, piel rosa y barrio de Mujeres desesperadas?: partido republicano. ¿Minoría, clase baja, paria de la tierra, abortista o eutanásico?: partido demócrata. O algo así. Aquí es más difícil, se lamenta Iker. Si eres de los que piensan que la Conferencia Episcopal estaría mejor donde el siglo XVIII puso a los jesuitas, no tienes otra que votar a Alicia en el País de las Maravillas y asumir que España es concepto discutido y discutible. Si crees que Educación para la Ciudadanía es un delirio de mentecatos, debes aplaudir la picha hecha un lío que el portavoz Acebes pasea por los telediarios desde el 11-M y tragar ladrillo envuelto en banderas españolas. Y si toca periferia histórica, la cosa consiste en adaptarse a cada versión local de la palabra patriota subtitulada con clientelismo y demagogia, o Rompe el sistema, Hazte rojo y Puta sociedad, en lengua vernácula, claro, para no asustar a los turistas. Mientras, los Corteingleses, las Fenaques, las Zaras y las tiendas de compra y tira, colega, están llenos a rebosar y todo cristo necesita de todo a todas horas. A ver cómo encaja eso con la crisis hipotecaria de la que nadie desea enterarse, con las familias sin un duro para material escolar de sus hijos, aburridos de votar antes de tener edad para hacerlo, y cuya máxima aspiración intelectual es una moto, o escuchar reguetón a tope en su cuarto en vez de leer, o convertir, ellas, su cuarto en la casita de Bratz y decir me he puesto ciega hasta el culo, tía.
Todo eso larga mi joven amigo entre la primera y la segunda cañas, mientras yo, de codos en la barra –esta vez sin Javier Marías, pero inasequible al desaliento–, le miro el escote a Lola. Que es un escote como los de antes. Entonces Iker se limpia la espuma de la boca y hace la pregunta del millón de mortadelos: ¿Y ahora, qué? ¿Sólo nos queda encerrarnos con nuestros libros, como esos republicanos cultos del 36 o esos alemanes y austriacos que veían llegar la tormenta y negaban con la cabeza diciendo «no es esto, no es esto» ante el jolgorio y el vivalafiesta general?… Es que nos han metido en una trampa, señor Reverte. Sólo te dejan opciones que no deseas, como esos partidos tercera vía que parecen la segunda parte coreana de Titanic. Por una parte me niego a vivir en un mundo gobernado por turistas de Código da Vinci y tontasdelculo del Hay Tomate. Por la otra, quiero seguir votando, y exigiendo. Quiero estar en la calle, leyendo el periódico cada día. Quiero seguir ilusionado, enamorado, ciudadano, con sangre en las venas. ¿Qué han hecho ustedes con nosotros, señor Reverte? Déjeme que se lo diga: nos han jodido vivos.
Lola, que seca vasos, escucha en silencio. Mi abuelo –prosigue Iker– me ha contado cientos de veces sus historias del 36 al 39. Era como escuchar a Alatriste: honor, tiros, mujeres, traiciones. Hoy, mi abuelo, como muchos otros veteranos de ya sabes qué –lo de Guerra Civil sólo se podía decir en mi instituto si eras rojo demagogo con gafas circulares o facha nostálgico del 23 F– está en una residencia y todo le importa un carajo. Ni lee los diarios. Y no quiero acabar así. Me asusta envejecer en esta imbécil España con tanta tristeza como mi abuelo. Y por cierto –añade Iker apurando el vaso–: eso de que aquí o allá vivimos con miedo, oprimidos por éste o aquel, es mentira. Como lo de los quemafotos, que son cuatro. Los demás vemos Los Serrano, tapeamos en los bares, desprecintamos un condón cuando podemos. Cosas así. La guerra del Pesoe contra el Pepé, lo de Ibarretxe con Madrid nos importa menos que la lucha de Gandalf contra el Balrog. Y quíteselo de la cabeza: en las escuelas vascas, catalanas o gallegas apenas hay adoctrinamiento nacionalista. No hace falta. Esto es España, oiga. Eso ya mata dos pájaros de un tiro. Aparte los cuatro exaltados, nueve de cada diez hablamos como el más chulo de Leganés, vemos Gran hermano, alucinamos con Enrique Iglesias y tenemos de maestros a funcionarios interesados por cobrar a fin de mes y no sufrir daños físicos durante las clases. Todos somos demasiado vagos para que nos adoctrinen. ¿Capisci? Y a mí me toca por primera vez votar en marzo. Por eso, señor Reverte, cuando el islamismo radical, las hipotecas y los mierdas de nuestros políticos nos metan en una movida gorda, si me da tiempo le juro que me voy a reír como un puto enfermo. No sé si me explico. Gracias por esas cervezas, amigo. Y por las tetas de Lola.
21 de octubre de 2007
1 comentario:
A mi lo que realmente me jode, es mi padre...un hombre culto, trabajador jubilado, y aún lleno de inquietudes, me tache de antisistema, por cagarme en la madre de todo politico.....y piense que los jovenes estamos adoctrinados por medios de comunicación........ yo respondo que viendo las audiencias de gran hermano.....los jovenes no tienen mente que adoctrinar.......joder, algunos amigos me llaman capitán planeta por no tirar basura al suelo.....
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