domingo, 23 de febrero de 2014

Sobre aventura y responsabilidad

Hace unos días, un joven español que da la vuelta al mundo en bicicleta fue atacado en Pakistán, junto a la frontera afgana. Intento de secuestro. Él salvó el pellejo, pero siete guardias que lo escoltaban murieron en el ataque y nueve fueron heridos. La cosa ocurrió en la región de Baluchistán, calificada por el ministerio de Exteriores español como muy peligrosa, pues por allí campan narcotraficantes, yihadistas y talibanes, y las acciones de terrorismo son frecuentes. Seiscientas personas murieron con violencia durante el año pasado; y un día antes del ataque contra el español, una treintena de peregrinos chiíes había muerto al estallar una bomba en un autobús donde iban mujeres y niños. Aun así, desafiando el peligro con mucha entereza, nuestro compatriota quiso recorrer la zona, y las autoridades pakistaníes le proporcionaron escolta para hacerlo. Esa escolta hizo su trabajo de forma eficaz: combatió con dureza y llevó al joven a una zona segura, donde fue atendido por las autoridades diplomáticas españolas. Fin del episodio. 

Hasta ahí todo parece en regla: viajero ilusionado y valiente, autoridades locales abnegadas, diplomacia española al quite. El ciclista español es un ingeniero químico, supongo que en paro, embarcado en una aventura cuyo rastro puede seguirse en el diario de viaje y el blog que, etapa tras etapa, mantiene en las redes sociales. Sin embargo -y discúlpeme el valiente joven por ser aguafiestas-, hay otra posible lectura del asunto. El incidente ocurrió en una zona de extremo riesgo, de la que él estaba advertido, y por la que decidió transitar. Esa actitud suena a mala costumbre muy extendida entre turistas y viajeros occidentales: creer que, en zonas críticas, las autoridades locales tienen obligación de protegerlos a toda costa, y que cuando hay problemas, el ministerio de Exteriores correspondiente debe intervenir para rescatarlos y devolverlos a casa. Todo eso, claro, en zonas donde ni los mismos naturales de allí, militares incluidos, se encuentran a salvo. 

Hay demasiado aventurero así, me parece. Gente convencida de que la vida real es como en las películas donde suelen salvarse los buenos. O, como parecen opinar demasiados buenistas, incautos y bobos, que todos los seres humanos comparten el buen rollito respecto a lo sagrado de la vida humana y tal; cuando, en realidad, en la mayor parte del planeta la vida humana no vale una puñetera mierda. Que se lo digan a Pippa Vaca, aquella artista italiana que hacía autoestop vestida de novia para probar la bondad universal; y que, naturalmente -el mundo se rige por horrores e infamias naturales-, fue violada y estrangulada en Turquía, no por ser mujer sino por ser gilipollas. Como ella, que no pudo contarlo, hay demasiados turistas o tontiaventureros que sí pueden contarlo, y se quejan de que en la selva hay fieras, en el mar tiburones, en las playas paradisíacas tsunamis -por eso llevan siglos siendo paradisíacas, idiotas- y en las guerras balas que zumban y matan. Mucho turista, resumiendo, que sale indignado en el telediario porque quiso hacer turismo de riesgo en una prisión y le partieron el ojete al agacharse a coger el jabón en las duchas. 

Algunos amigos míos y yo mismo, en otro tiempo -permítanme el apunte personal-, llevamos escolta en territorios comanches. A veces sí, a veces no. Y en varias ocasiones murió gente por protegernos, en el Líbano, en El Salvador, en Los Balcanes y sitios por el estilo. Pregúntenle a Márquez, a Gerva, a Alfonso Rojo, a Fernando Múgica, a Ramón Lobo... A Miguel Gil, en Sierra Leona, o a Julio Fuentes, en Afganistán, los mataron cuando iban sin escolta, y quizás tampoco habría servido de nada. Pero se trataba de reporteros profesionales haciendo un trabajo duro. Que te escoltaran, que te mataran o no, era parte del oficio. Y aun así. Pocas veces iban diplomáticos al rescate, y nadie se enfadaba por ello. Nadie fue a sacarnos de Vukovar, por ejemplo, donde hubo que arreglárselas solos. Ni de Eritrea, cuando a uno que conozco le dieron un Kalashnikov y le dijeron: la frontera de Sudán está a ciento cincuenta kilómetros, así que búscate la vida. Ninguno protestaba, ni su familia se quejaba a Exteriores. Era un trabajo peligroso. Eran las reglas. 

Por eso me pregunto hasta qué punto, en el mundo idiota en que vivimos, una aventura personal tiene derecho a pedir protección. Cómo se justifican los gastos, las inquietudes, las desgracias que puede ocasionar una peripecia privada. Cruzar Baluchistán en bicicleta es una hazaña que terminó bien para el joven español. Final feliz, por tanto. Enhorabuena. Pero quisiera saber qué piensan de eso las familias de los siete policías paquistaníes muertos por unas miserables rupias. 

23 de febrero de 2014 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder... tienes más razón que un santo sabio, Arturo. Pero yo no soy tan magnánimo como tú; no veo a un turista mamarracho, ebrio de estupidez aventurera, amante del peligro (de los demás), queriendo ser un seudo-héroe por su presunta "valentía" (subnormalidad, que diría yo) si no a un auténtico hijo de puta atolondrado y mal criado.

Pero bueno : España y los españoles seguimos siendo diferents

Observaciones dijo...

Todo esto tiene relación con el "buenismo" que se quiere instigar en la sociedad. Intentan cortar el bullying, la "discriminación", los insultos, y todo lo que ofenda en general; en vez de decirle al sujeto que trague y que trivialice un poco, que sus sentimientos no deben arrastrar leyes consigo. Buen artículo.

Anónimo dijo...

La noticia de la prensa es falsa. Aquí está lo que de verdad ocurrió:
http://blogs.menshealth.es/coloradoontheroad/asi-fue-lo-que-ocurrio-en-pakistan/

Carmen dijo...

No hay ni una sola de tus palabras con la que no esté de acuerdo. Uno tiene a jugarse la vida, pero no tiene derecho a poner en peligro la vida de los demás por hacerse el valiente, el interesante o el muy macho. Si ese insensato no hubiera hecho semejante tontería, no hubieran muerto siete personas para proteger su vida. Algo sé ahora sobre los reporteros de guerra. Hace un año el Destino me unió a uno de ellos, retirado, que siempre me habla muy bien de ti. Ahora lucha desde otro flanco, intentando defenderse de las garras de Hacienda y de las de la crisis para mantener su negocio a flote. Un saludo.

carlos griell dijo...

A raiz del secuestro de los inclitos personajes catalanes de la ONG desconocida, que luego de que pagasemos entre todos su rescate tuvieron los santos c**ones de reclamar una indemnizacion, Albert Vilalta se llama el personaje en cuestion, y nunca mas supimos si se la habian otorgado o no, escribi este post, sobre los gilipollas sin fronteras..

http://griell.eu/blog/?p=380