domingo, 6 de mayo de 2001

Eutanasia para todos


Pues eso. Que van los holandeses y aprueban la eutanasia, con lo que Jean Schalekamp, mi traductor hereje afincado en Mallorca -quien por cierto acaba de sacar un libro de reflexiones estupendo titulado Sin tiempo para morir; con un cuadro de Muriel, su mujer, en la portada-, puede regresar a la lejana patria dentro de unos años, cuando esté hasta los huevos de tropezarse con alemanes en la isla, y allí pedir que le arreglen los papeles y si te he visto no me acuerdo. Porque si envejecer se ha puesto chungalay para un abuelete español, para un septuagenario holandés, vivir en España y además rodeado de alemanes -cuando invadieron Holanda, el duque de Alba a su lado fue un benefactor de orfanatos- puede terminar haciéndose muy cuesta arriba.

Precisamente estábamos el otro día comentando el asunto, y mi amigo el holandés errante me explicaba que la decisión tomada en su país es fruto de veinte años de reflexión, y que la eutanasia activa sólo puede ser utilizada de forma voluntaria por enfermos terminales con dolores insoportables sin perspectiva de mejora, que además hayan expresado clara y repetidamente su voluntad de hacer mutis por el foro. Para evitar abusos, añadió. Y yo le dije hombre, pues no sabes cuánto me alegro, va a ser cosa de que, ya que publicáis allí mis libros, a ver si os enrolláis un poquito y me dais la doble nacionalidad por el Sol de Breda, oye, que nunca está de más tener disponible la puerta trasera. No sea que un día necesite yo de verdad, es un suponer, la espada de Catón o la cicuta de Sócrates, y no tenga a mano quien me facilite el trámite si me tiembla el pulso, como esos samurais que al hacerse seppuku tenían detrás a un compadre dispuesto para echar una mano si daban el espectáculo. Que en España, con el Pepé y los obispos y la demagogia de los cojones, y con cómo se ha puesto el patio con las pensiones y los diez millones de abuelos decrépitos que vamos a ser buena parte de los españoles de aquí a nada, nunca sabes dónde, cómo y cuándo van a darte por saco.

Eso le dije, más o menos. Y Jean, que aunque se ha pasado la vida fuera de Holanda -se la ha pasado aquí, que ya son ganas- sigue teniendo los reflejos de un hombre práctico y civilizado, respondió: no, hombre, tranquilo, seguro que al final se impone el buen sentido, mira que Izquierda Unida ha planteado ya el tema en el Parlamento. Y yo, después de atragantarme con la cerveza, me lo quedé mirando y le dije peor me lo pones, camarada, que como tú de joven fuiste comunista y estabas de guardia para defender la sede del partido en Amsterdam aquella noche que los tanques rusos invadieron Checoslovaquia, crees que eso que antes llamabais izquierda tiene algo que ver ahora en España con la palabra izquierda. Mira al PSOE, anda, y que no se te note la risa. O mira a Izquierda Unida cómo hace el chorra, y encima con esa apendicitis batúa que les ha salido, el tal Madrazo, que habría hecho un trío de lujo con los hermanos Tonetti. Además, aquí en España no pasa como en otros sitios, o al menos pasa de forma mucho más descarada; y cuando algún político hace bandera de algo, ése algo puede darse por bien manipulado y bien jodido. Porque a demagogos y a hijos de puta te juro que no nos gana nadie.

Y es que, colega -añadí-, esto no es Holanda, ni Noruega; una vez puestos, haríamos la ley de eutanasia más moderna y avanzada del mundo mundial, para que no se diga. Eutanasia para todos, obligatoria, incluidos los inmigrantes y los patos del coto Doñana, por eso de las oenegés. A ver por qué no va a haber una ley puntera sobre eutanasia en un país que tuvo la ley de fugas y tuvo la LOGSE. Y me juego ahora mismo la mierda de pensión que me van a pagar cuando me corresponda, si es que me corresponde, que a los tres días cada comunidad autonómica y cada particular estarían rizando el rizo para su provecho, con las familias todo el día dando la barrila, ande, papá, que ya le toca descansar, hombre, y tiene a la pobre mamá aburrida de esperarlo en el cielo. Y esos ancianetes soltando caguendiez y cagüentodo mientras se los llevan en la camilla, llenos de tubos, diciendo oiga, que yo no quiero, que son mis hijos y mis yernos, esos cacho cabrones que me han hecho firmar no sé qué poderes y el testamento. O imagina las listas de espera de la Seguridad Social para obtener la pastilla que te libre del cáncer terminal que te hace blasfemar en arameo; tal como van las cosas por aquí, cuando llegue tu turno habrán pasado por lo menos seis meses desde que, chof, te tiraste del sexto piso y no veas ese primer día de vacaciones de Semana Santa o de verano, con el coche cargado con las hamacas, la sombrilla y los zagales en el aparcamiento del eutanatorio, y la madre diciendo: niños, esperad aquí un momento y sed buenos, comeos el bocadillo mientras llevamos al abuelito a que le den matarile.

6 de mayo de 2001

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