domingo, 26 de febrero de 1995

Menos mal que fue allí


Estas semanas pasadas estuve viendo en la tele cómo se les encharcaba el paisaje a los holandeses, ya saben, que si los ríos y los polders y demás, con el agua por el techo y el personal remando en la calle. Como en Venecia, pero más rubios y más cabreados. Y se admiraba uno de la disciplina y la formalidad con que allí encaraban el asunto: los de Protección Civil arriba y abajo con sus zodiacs recién hinchadas y sus walkie-talkies que funcionaban, los militares poniendo sacos de arena a diestro y siniestro, las zonas de peligro debidamente señalizadas, los decenas de miles de damnificados atendiendo las indicaciones de las autoridades, pendientes de la radio y la televisión para recibir instrucciones, en filas ordenadas para la ayuda correspondiente, etcétera. Por no hablar del impecable alojamiento en limpios albergues, colegios y gimnasios, cada niño salvado con su perrito y su hámster, y los voluntarios de la Cruz Roja tirándose al agua para rescatar a las gallinas que se llevaba la corriente. O sea, que les salió de cine.

Yo no sé si la gente en los países del norte de Europa es más solidaria, o disciplinada, o responsable, ni maldito lo que me importa. La verdad es que tienen que aburrirse horrores con tanta asepsia y tanta formalidad, con los policías ayudando a las ancianitas, los niños en bicicleta, los canales con semáforo, y las putas sindicadas y haciendo calceta detrás de los escaparates con visillos primorosos y la pegatina de Visa y American Express en la puerta, Pero de lo que sí estoy seguro es de que, en las crisis, el sistema les funciona como un reloj. Lo mismo para gasear judíos, es un suponer, cuando la cosa les llega por conducto jerárquico y con todas las pólizas correspondientes, que para fabricar Volvos y premios Nobel, ponerle el sol por las bravas al imperio de los Austrias, o para organizarse en los túneles del metro cuando a un general gringo se le ocurre carbonizar Dresde para el cumpleaños de su hijita Jenifer. Al final, como en Holanda, siempre es la disciplina y la eficacia lo que los salva. Fíjense si no, en el detalle de que, a pesar de tantos cientos de miles de desplazados y tanto desparrame, en las inundaciones sólo hubo un muerto, creo. Y de casualidad. Y ahora imagínenselo aquí.

O sea. Que de tanto sacar santos y vírgenes en rogativas para que llueva, resulta que se desborda el Ebro, o el Mar Menor, y se va todo a tomar por saco. No vean qué telediarios. La gente chapoteando para salvar el Ford Fiesta de la riada mientras en TVE el pobre Matías Prats Jr. asegura que tranquilos, no pasa nada, con las gotas de sudor cayéndole como puños. Y Carrascal, en la otra y a lo suyo, gritando inmersión, inmersión, y esto se veía venir desde que Franco era cabo.

Eso, en lo que se refiere a la tele.

Ahora, sobre el terreno, el agua llevándose todas las ovejas de Extremadura, los bomberos de Comisiones en huelga y los de UGT en plan borde por lo de la PSV, los walkies de la Guardia Civil con las pilas sulfatadas -la última contrata de pilas la negoció personalmente Roldan-, y los soldados insumisos diciéndole al general que en el barro se va a meter su puta madre. El ministro Borrell ahogándose porque nadie le avisa de que ya no hay puente, y se caen al río él, cuatro escoltas y los ochenta y cuatro periodistas que casualmente lo acompañan ese día, cuando acude a solidarizarse con los damnificados, A todo esto, Sabino en plena tajada sugiriendo que se moje el rey -no sé si captan mi astuto juego de palabras-. Nieves Herrero haciéndose cargo del asunto.

Radio Nacional de España abriendo los informativos con la grave situación en Chechenia. Aznar con flotador de patito -«no queremos señalar, etcétera»- mientras nada y guarda la ropa. El honorable Pujol asegurando, en subtítulos, que estas cosas ocurren cuando la opresión madrileña mantiene su bota claveteada en el cuello de las autonomías, y aprovechando para exigir -y obtener- la declaración de zona catastrófica para Cataluña aunque la inundación haya sido en Albacete. Y un mazo de manijas con mochos de fregar y botas de agua cortando el tráfico para decir que la culpa de que se haya ahogado su Manolo la tiene el PSOE, mientras preguntan si viene Lobatón, Felipe, dimite, el clima no te admite. O sea, una vergüenza. Además, siete mil quinientos muertos, sin contar los trescientos turistas que pasaban por allí buscando el sol de España. Las indemnizaciones podrían cobrarse algo después de las correspondientes a la presa de Tous, o sea, hacia el año 2039 después de Cristo. After Christ, para los palmados guiris,

Menos mal que fue en Holanda.

26 de febrero de 1995

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